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1: INTRODUCCIÓN
En inglés hay un pequeño poema que se constituye en el
canto temático del antinomianismo. Dice: "Libre de la ley, bendita condición;
pecar puedo todo lo que quiero, igual tengo la remisión".
El antinomianismo
significa literalmente "anti-legalismo". Niega y le otorga un
papel inferior a la importancia de la ley de Dios en la vida del creyente. Es
la contraparte de su herejía gemela, el legalismo.
Los anti-nomianos adquieren este fastidio por la ley de
diversas maneras. Algunos creen que ya no están obligados a guardar la ley
moral de Dios porque Jesús los ha librado de esta obligación.
Insisten en que la gracia no solamente nos libra de la
maldición de la ley de Dios sino que nos libra de cualquier obligación a obedecer
la ley de Dios. La gracia se convierte así en una licencia para desobedecer.
Lo sorprendente es que estas personas sostienen este punto
de vista a pesar de la enseñanza vigorosa de Pablo contra ella.
Pablo, más que ningún otro escritor del Nuevo Testamento subrayó
las diferencias entre la ley y la gracia. Se glorió en el Nuevo Pacto. Sin
embargo, fue también el más explícito con respecto a su condena al antinomianismo.
En Romanos 3:31 escribe: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna
manera, sino que confirmamos la ley".
Martín Lutero, al expresar la doctrina de la
justificación solo por la fe, fue acusado de antinomianismo.
Sin embargo, afirmó Junto con Santiago que "la fe sin obras es
muerta". Lutero discutió con su estudiante Juan Agrícola sobre este punto.
Agrícola negaba que la ley tuviera algún propósito en la vida del creyente.
Hasta negó que la ley sirviera para preparar al pecador para la gracia.
Lutero le respondió a Agrícola con su obra Contra el Antinomianismo en 1539.
Agrícola luego se retractó de sus enseñanzas antinominianas, pero el debate continuó.
Subsiguientes teólogos luteranos confirmaron el punto de
vista de Lutero sobre la ley. En la Fórmula
de la Concordia (1577), la última de las afirmaciones de fe luterana
clásicas, determinaron tres usos para la ley:
(1) El revelar el pecado;
(2) El establecer reglas de decencia general para la
sociedad en su conjunto; y:
(3) El proveer una regla de vida para quienes han sido regenerados
por la fe en Cristo.
El error principal del antinomianismo es el confundir la justificación
con la santificación. Somos justificados solo por la fe, sin intervención de
las obras. Sin embargo, todos los creyentes deben crecer en la fe guardando los
santos mandamientos de Dios, no para ganar el favor de Dios, sino en gratitud
por la gracia que les ha sido dada por la obra de Cristo.
Es un error grave el suponer que el Antiguo Testamento
fue un pacto de la ley y que el Nuevo Testamento es un pacto de la gracia. El
Antiguo Testamento es un testimonio monumental de la asombrosa gracia de Dios hacia
su pueblo. Del mismo modo, el Nuevo Testamento está literalmente repleto de
mandamientos.
No somos salvados por la ley, pero debemos mostrar
nuestro amor a Cristo obedeciendo sus mandamientos. "Si me amáis, guardad mis
mandamientos" (Juan 14:15) dijo Jesús.
Con frecuencia oímos esta afirmación: "El
cristianismo no es un montón de reglas, hay que hacer esto, esto y aquello y no
hay que hacer esto, esto y aquello". Hay algo de verdad en esta conclusión,
ya que el cristianismo es mucho más que una mera recolección de reglas. Es una
relación personal con Cristo mismo.
Sin embargo, el cristianismo también no es nada menos que
reglas. El Nuevo Testamento incluye varias cosas que hay que hacer y otras que
no hay que hacer. El cristianismo no es una religión que sanciona la idea que
cualquiera tiene el derecho a hacer lo que le parezca bien. Por el contrario,
el cristianismo nunca le da a nadie el "derecho" a hacer lo que está
mal.
RESUMEN
1. El antinomianismo es la herejía que dice que los
cristianos no tienen ninguna obligación de obedecer las leyes de Dios.
2. La ley nos revela el pecado, es un fundamento para la
decencia en la sociedad, y es una guía para la vida cristiana.
3. El antinomianismo confunde la justificación con la
santificación.
4. La ley y la gracia se encuentran tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento.
5. Aunque el obedecer la ley de Dios no es una causa meritoria
para nuestra justificación, se espera que una persona justificada busque
ardientemente obedecer los mandamientos de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 14:15, Romanos 3:27-31, Romanos 6:1-2, 1 Juan 2:3-6,
1 Juan 5: 1-3.
2. EL LEGALISMO
El legalismo es la herejía opuesta del antinomianismo.
Mientras que el antinomianismo niega la importancia de la ley, el legalismo exalta
la ley por encima de la gracia. Los legalistas en los días de Jesús eran los
fariseos, y Jesús se reservó su crítica más severa para ellos. La distorsión
fundamental del legalismo es la creencia en que una persona puede ganarse su
lugar en el reino de los cielos.
Los fariseos creían que debido a su posición como hijos
de Abraham, y a su cumplimiento estricto de la ley, eran hijos de Dios. En
realidad, esto constituía una negación del evangelio.
Un artículo corolario del legalismo es el adherirse a la
letra de la ley y no al espíritu de la ley. Para que los fariseos pudiesen creer
que podían cumplir la ley, primero tenían que reducirla a su interpretación más
estrecha y grosera. El relato del joven rico es una ilustración de este punto.
El joven rico le preguntó a Jesús cómo podía hacer para heredar la vida eterna.
Jesús le dijo que debía "guardar los mandamientos". El joven rico
creía que los había guardado todos. Pero entonces Jesús le reveló cuál era el "dios"
que había servido antes de servir al verdadero Dios su "dios" eran
sus riquezas. "Anda, vende lo que tienes, y dala a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo" (Mateo 19:21). El joven rico se fue, entristecido.
Los fariseos eran culpables de otra forma de legalismo.
Le habían agregado sus propias leyes a la ley de Dios. Sus
"tradiciones" habían sido elevadas al mismo nivel que la ley de Dios.
Le habían robado a la gente su libertad y la habían encadenado, allí donde Dios
las había liberado. Este tipo de legalismo no acabó con los fariseos. También
ha plagado a la iglesia durante todas sus generaciones.
El legalismo suele surgir como reacción desmedida al
antinomianismo. Para asegurarnos de no deslizarnos en la laxitud moral del
antinomianismo, tendemos a hacer reglas más estrictas que las que Dios mismo
nos ha impuesto. Cuando esto tiene lugar, el legalismo introduce una tiranía
sobre el pueblo de Dios.
De la misma manera, las diversas formas de antinomianismo
suelen surgir como reacción desmedida al legalismo. Su grito de batalla suele
ser el de la libertad de toda opresión. Es la búsqueda por la libertad moral
que se ha desbocado. Los cristianos, cuando defiendan su libertad, deberán
cuidarse de no confundir la libertad con el libertinaje.
Otra forma de legalismo es el hacer hincapié sobre lo
menos importante. Jesús reprendió a los fariseos por haber descuidado los
asuntos más importantes de la ley mientras que escrupulosamente obedecían los
asuntos menos importantes (Mateo 23:23-24).
Esta tendencia continúa siendo una amenaza constante para
la iglesia. Tenemos la tendencia a exaltar a un nivel supremo de piedad cualquier
virtud que tengamos y restarle importancia a cualquiera de nuestros vicios. Por
ejemplo, puedo considerar que es de mucha espiritualidad el no bailar, mientras
que considero mi lascivia un asunto menor.
El único antídoto para el legalismo y el antinomianismo
es el estudio diligente de la Palabra de Dios. Solo entonces podremos instruirnos
adecuadamente sobre lo que le agrada y lo que le desagrada a Dios.
RESUMEN
1. El legalismo distorsiona la ley de Dios en dirección
opuesta al antinomianismo.
2. El legalismo eleva las tradiciones
humanas al mismo nivel que la ley divina.
3. El legalismo compromete al pueblo de Dios allí donde
Dios le ha dado libertad.
4. El legalismo le da valor a lo menos importante, y le
resta valor a lo más importante.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 15:1-20, Mateo 23:22-29, Hechos 15:1-29, Romanos
3:19-26, Gálatas 3:10-14.
3. EL PERFECCIONISMO
La doctrina del perfeccionismo sostiene que la santidad, o el amor perfecto,
producido por la gracia de Dios, puede ser alcanzada por todos los cristianos en esta vida y libera
a los creyentes del pecado voluntario. Esta doctrina surgió con las enseñanzas
de Juan Wesley y continuó con el movimiento pentecostal primitivo. El logro de
la perfección es considerado como la segunda obra de gracia que es obrada
instantáneamente en el corazón del creyente.
Una posición modificada sostiene que después de esta
segunda bendición el creyente es más y más victorioso sobre el "pecado voluntario".
Cualquier pecado que permanezca en esa persona será un pecado accidental o un
pecado cometido por ignorancia.
La dificultad que entraña este punto de vista es que
parte de dos errores primarios. Primero, reduce las demandas rigurosas de la ley
de Dios. Cualquier entendimiento real de la anchura y la profundidad de la ley
de Dios ya estaría excluyendo la doctrina perfeccionista. Segundo, tiene una visión
inflada sobre los logros espirituales propios. Para sostener esta posición
resulta necesario sobrestimar la justicia propia.
La gran mayoría de las iglesias evangélicas a lo largo de
toda la historia, y las Iglesias Reformadas en particular, encuentran esta doctrina
aborrecible. Incluso hasta el movimiento neo-pentecostal ya casi ha abandonado
esta doctrina. Martín Lutero enseñó que los seres humanos regenerados son al
mismo tiempo, justificados y pecadores. Los creyentes son considerados justos a
los ojos de Dios en virtud de la expiación y la justicia de Cristo imputada a ellos.
Dios considera a los creyentes justos "en
Cristo". Dejados librados a sí mismos, sin consideración de la obra de
Cristo, los creyentes siguen siendo pecadores. Si bien el proceso de
santificación implica que el creyente se está convirtiendo cada vez más en
menos pecador, este proceso no se completa hasta la muerte, cuando el creyente
es glorificado.
La perfección es sin duda la meta de la vida cristiana.
Que no la alcancemos no debe ser una excusa para pecar. Como cristianos debemos
seguir adelante a la meta de nuestro llamamiento en Cristo.
RESUMEN
1. El perfeccionismo enseña que hay una segunda obra de
gracia en la que los creyentes experimentan la santidad o el amor perfecto en
esta vida.
2. El perfeccionismo modificado enseña que los cristianos pueden
vencer al pecado voluntario.
3. El perfeccionismo se basa sobre una baja estima de la
ley de Dios y una alta estima del desempeño de los seres humanos.
4. Dios nos justifica aunque somos todavía pecadores.
5. El proceso de santificación, que dura toda la vida,
comienza en el instante mismo de la justificación.
6. Los cristianos serán hechos perfectos en glorificación
solo después de la muerte.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 5:8, 1 Corintios 15:42-57, 2 Corintios 7:1,
Filipenses 3:7-14, 1 Juan 1:5-10.
4. EL GOBIERNO CIVIL
En los Estados Unidos de América se habla y se escribe
mucho sobre la separación de la iglesia y el estado. En sus orígenes, esta idea
llamaba la atención sobre dos instituciones diferenciadas, ambas creadas por
Dios, ordenadas por Dios, que debían rendirle cuenta a Dios, o que estaban
"bajo" las órdenes de Dios. Cada institución tenía que desarrollar
tareas distintas y ninguna debía usurpar la esfera de autoridad de la otra.
La tarea de la iglesia es predicar el evangelio,
administrar los sacramentos, proteger las almas de sus miembros, etc. Estas
tareas no le corresponden al estado. La responsabilidad del estado es ordenar
la sociedad, cobrar impuestos, regir el comercio y la sociedad, mantener las fuerzas
armadas, proteger la vida y la propiedad, etc. Estas no constituyen parte de
las tareas de la iglesia.
Al estado se le da el poder de la espada; a la iglesia,
no. El apóstol Pablo nos declara: Sométase toda persona a las autoridades
superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por
Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo
establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí
mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el
bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y
tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si
haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de
Dios, vengador para castigar al que hace lo malo (Romanos 13:1-4).
Según el punto de vista de Pablo, el gobierno civil ha
sido autorizado por Dios. Cuando un gobernador civil es investido de poder, en
un sentido, se lo "ordena" como un ministro de Dios.
Su gobierno no es independiente de Dios. Los ministros de
Westminster escribieron: Dios, el supremo Señor y Rey de todo el mundo, ha
ordenado a los magistrados civiles para que, bajo su égida, estén por sobre el pueblo,
para su propia gloria, y para el bien público; a este fin, los ha armado con el
poder de la espada para la defensa y el aliento de quienes hacen el bien, y
para el castigo de quienes practican el mal. Los magistrados civiles no pueden
asumir para sí la administración de la Palabra o de los sacramentos; o el poder
de las llaves del reino o el cielo; ni siquiera interferir sobre los temas de
la fe.
En nuestros días, el concepto de separación de la iglesia
y el estado ha sido ampliamente reinterpretado (y mal interpretado) para
significar la separación del estado y Dios. Cada vez más, el gobierno busca evitar
quedar "bajo" Dios. Procura un poder y una autoridad autónoma. Cuando
la iglesia le grita "Falta", se critica a la iglesia por entrometerse
en los asuntos del estado. La iglesia, sin embargo, no está tratando de usurpar
las funciones del estado.
La iglesia, al ofrecer su crítica profética, está
llamando al estado a ser el estado como Dios lo ordenó y lo gobierna.
Hay un sentido en el cual el evangelio es sin ningún
rubor político. Declara que Jesús es el Rey de Reyes y el Señor de Señores.
Jesús ocupa el sitial de máxima autoridad. Todos los magistrados inferiores son
responsables ante Él sobre cómo han ejercido su gobierno.
El magistrado civil tiene el poder de la espada. El
estado está autorizado para usar la fuerza para asegurar la justicia y proteger
sus fronteras. Los gobiernos no gobiernan por medio de solicitudes o
sugerencias. Gobiernan por la ley, aplicada por medios legales coercitivos.
Aunque los gobiernos con el poder de la espada tienen la autoridad de ejercer
la pena de muerte y participar en guerras justas, serán responsables delante de
Dios por el uso que hagan de la espada.
La Biblia alienta a los cristianos a ser modelos de
obediencia civil siempre que sea posible. Honramos a Cristo orando por aquellos
que están en autoridad sobre nosotros y siendo sumisos y obedientes a sus
leyes. Debemos hacer todo lo posible para cumplir con nuestra obediencia civil.
Debemos obedecer a los magistrados siempre y cuando no nos ordenen hacer algo
que Dios prohíbe, o nos prohíban hacer algo que Dios ordena. En estos dos casos
no solamente podemos desobedecer a las autoridades, sino que debemos
desobedecerlas.
RESUMEN
1. La iglesia y el estado son dos instituciones
diferenciadas, ordenadas por Dios y responsables ante Él por sus respectivas tareas.
2. La autoridad civil fue ordenada por Dios y tiene el
poder de la espada.
3. Ningún gobierno es autónomo. Ningún gobierno puede ser independiente
de Dios.
4. Cuando los gobiernos buscan ser autónomos, el deber de
la iglesia es criticarlos.
5. La obediencia a la autoridad de gobierno es un deber
sagrado para todos los cristianos. La ley civil debe ser cumplida escrupulosamente
siempre que no sea contraria a la Palabra de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
2 Crónicas 26:16-20, Salmo 2:10-12, Romanos 13:1-7, l
Timoteo 2:1-4, 1 Pedro 2:13-17.
5. EL MATRIMONIO
La institución del matrimonio fue ordenada e instituida
por Dios en la creación. Cristo la santificó con su presencia en las bodas de Canaán
y por medio de las instrucciones dadas por los apóstoles en el Nuevo
Testamento. La mayoría de las ceremonias de casamiento reflejan esto y
reconocen el origen divino del matrimonio. Lo que se suele ignorar o pasar por
alto en los contratos modernos es que el matrimonio ha sido regulado por los
mandamientos de Dios. La ley de Dios circunscribe el significado y la
legitimidad del matrimonio.
El matrimonio debe ser una relación exclusiva entre un
hombre y una mujer en la que ambos se convierten en "una carne", siendo
unidos física, emocional, intelectual y espiritualmente. La intención es que
dure por toda la vida. La unión está asegurada por un voto sagrado y una alianza,
y consumada con la unión física. La Escritura señala solo dos motivos por el
cual esta unión puede ser disuelta -la infidelidad y el abandono.
La infidelidad está prohibida en la relación matrimonial.
La institución del matrimonio fue creada por Dios para que los hombres y las
mujeres pudiesen complementarse mutuamente y participar en su obra creativa de procreación. La unión
física necesaria para la procreación tiene también un significado espiritual.
Está señalando e ilustrando la unión espiritual entre el
esposo y su esposa. Pablo utiliza esta unión para simbolizar la unión entre Cristo
y su iglesia de la misma manera que el Antiguo Testamento describía a la
relación de la alianza entre Dios e Israel con la figura del matrimonio. La
fidelidad, el cariño y el apoyo mutuo, deben estar en el fundamento del
matrimonio. Los actos de infidelidad quiebran este pacto y, en consecuencia, le
permiten a la parte lastimada la posibilidad de pedir el divorcio.
Además, Pablo en 1 Corintios 7:12-16 nos dice que si
alguien de la pareja es abandonado o abandonada, él o ella no tienen la obligación
de mantener la alianza matrimonial. El abandono, como la infidelidad, es una
violación fundamental de la intención de Dios para el matrimonio.
El matrimonio es una ordenanza de la creación. No es
necesario ser un cristiano para recibir la gracia común de esta institución. Mientras
que todos los hombres y las mujeres pueden casarse, el cristiano debe casarse
solamente "en el Señor". La Escritura es clara a este respecto y
prohíbe que los cristianos se casen con los no cristianos.
En la institución del matrimonio, el marido debe ser
"la cabeza" de la mujer. La mujer debe sujetarse a su marido como se
sujeta al Señor. El marido debe amar a su mujer y entregarse a ella con
sacrificio de la misma manera que Cristo amó a su esposa, la iglesia, y entregó
su vida por ella.
RESUMEN
1. El matrimonio ha sido instituido por Dios y está
regulado por Dios.
2. El matrimonio debe ser monogámico.
3. La unión física permitida y ordenada en el matrimonio refleja la
unión espiritual entre el esposo y su esposa.
4. El estado matrimonial es utilizado en sentido figurado
en la Escritura para ilustrar la relación entre Cristo y su iglesia.
5. El matrimonio, siendo una ordenanza de la creación, es
posible para todos los seres humanos. La iglesia reconoce los matrimonios
civiles. Los cristianos, sin embargo, deben casarse "en el Señor".
6. Dios ha ordenado la estructura de la unión matrimonial.
Cada miembro de la pareja tiene mandatos específicos de Dios que debe obedecer.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis 2:24, Mateo 19:1-9, 1 Corintios 7, Efesios 5:21-33, 1 Tesalonicenses 4:3-8, Hebreos
13:4.
6. EL DIVORCIO
La cuestión del divorcio se ha convertido en un tema
urgente en una sociedad donde la incidencia de los divorcios ha alcanzado proporciones
epidémicas. Debido a la proliferación radical de los divorcios y a los
problemas legales y familiares que provoca, la ley se ha movido en la dirección
de facilitar el proceso permitiendo el divorcio sin ninguna causal. Al
convertirse el divorcio cada vez más fácil de obtener, el problema de su
aceleración se exacerba.
La Biblia no es tan superficial al tratar el divorcio. La
enseñanza de Jesús sobre el tema está planteada en el contexto de un debate del
primer siglo entre las escuelas rabínicas. Los liberales y los conservadores
mantenían un largo desacuerdo sobre las bases legítimas para el divorcio. Jesús
fue confrontado con el siguiente planteo:
Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y
diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo,
le dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los
hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos
serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto,
lo que Dios juntó, no lo separe el hombre (Mateo 19:3-6).
Observamos que cuando los fariseos le preguntaron a Jesús
sobre la ley de divorcio liberal, Jesús inmediatamente los remitió a la
Escritura y a la institución originaria de Dios para el matrimonio.
Subrayó que el matrimonio está intencionado para durar toda
la vida. Resaltó la unión entre el hombre y la mujer en una sola carne, unión
que no puede ser disuelta por decretos humanos.
Solo Dios está autorizado para determinar los fundamentos
para disolver el matrimonio. El debate continuó: Le dijeron: ¿Por qué, pues,
mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de
vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al
principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia su mujer, salvo por
causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la
repudiada, adultera (Mateo 19:7-9).
Si analizamos en detalle la respuesta de Jesús, vemos que
cuestionó la manera que los fariseos tenían de entender la ley del Antiguo
Testamento. Moisés no había "ordenado" el divorcio sino que lo había permitido para casos especiales.
(Moisés, por supuesto, era el vocero de Dios. Fue Dios quien permitió este
desvío de su intención original por la presencia del pecado que violaba el matrimonio.)
Jesús les recordó que hasta este permiso había sido dado solo por causa del
pecado (la dureza de su corazón) y que por sí no anulaba la intención original del
matrimonio.
Jesús luego dio su pronunciamiento sobre el tema
–prohibiendo el divorcio excepto por causa de inmoralidad sexual. Sus palabras
enigmáticas sobre un segundo matrimonio y el adulterio deben ser entendidas en
relación con los divorcios inválidos e ilegítimos. Si se permite el divorcio en
los casos que Dios no lo permite, entonces la pareja sigue casada a los ojos de
Dios. Por lo tanto, un segundo matrimonio entre dos personas ilegítimamente divorciadas
constituiría una relación de adulterio.
Más adelante, como lo expresamos en el capítulo anterior,
Pablo extendió el permiso del divorcio para el caso del creyente que había sido
abandonado por el no cristiano (l Corintios 7: 1015).
La Confesión de Westminster resume este tema. Expresa lo
siguiente: En el caso del adulterio después del matrimonio, es legítimo que la
parte inocente solicite el divorcio; y que después del divorcio pueda contraer
nuevo matrimonio, como si la parte ofensora se hubiese muerto. Aunque la corrupción
del hombre puede ser tal que proponga otros argumentos indebidos para romper
los lazos que Dios ha unido en el matrimonio; sin embargo, nada excepto el
adulterio, o el abandono voluntario que de ningún modo pueden ser remediados
por la iglesia, o el magistrado civil, es motivo suficiente para disolver los
lazos del matrimonio; por lo cual, deberá cumplirse con un procedimiento
público y ordenado; y las personas involucradas no deberán ser
dejadas libres a su voluntad, y su discreción, para su propio caso.
RESUMEN
1. La Biblia no suscribe el divorcio "sin ninguna
causal".
2. Jesús repudió la posición liberal sostenida por los
fariseos con respecto al divorcio.
3. Moisés permitió, pero no ordenó, el divorcio.
4. Jesús permitió el divorcio narra los casos de
inmoralidad sexual.
5. Jesús enseñó que el matrimonio entre dos personas
ilegítimamente divorciadas constituye adulterio.
6. Pablo agregó la deserción por parte del no creyente como
otra causal para el divorcio.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 5:31-32, Mateo 19:3-9, Romanos 7:1-3, 1 Corintios
7:10-16.