3. LA PASCUA CRISTIANA

INTRODUCCIÓN

Uno de los hechos más obvios de la Última Cena es que se celebró en la comida pascual. La continuidad del pacto renovado o nuevo con el antiguo se marcó por la coincidencia de los dos ritos. El hecho de que Jesús haya seleccionado a doce discípulos deja en claro que su comunidad era el nuevo Israel de Dios. No hay posibilidad de comprender el Nuevo Testamento si se niega o se socava su continuidad con el Antiguo.
Mientras comían la Pascua, Jesús llamó la atención a la traición que planeaba Judas y luego lo despidió (Mt 26:21; Jn 13:30). Entonces «mientras comían» (Mt 26:26; Mr 14:22), Jesús instituyó la Pascua cristiana en su cuerpo y sangre.
Para entender la Pascua cristiana es imperativo analizar la Pascua hebrea. Por eso, ciertos aspectos de la Pascua original requieren atención.
Primero: La Pascua celebraba la liberación de Egipto y de la décima plaga, la muerte del primogénito. Fue, pues, la salvación del Antiguo Testamento, y marcó el principio del sabbat, el día de descanso del Señor, que conmemoraba salvación (Dt 5:15; Éx 12: 12.13). El primer día del festival cae el 15 de nisán (marzo-abril) y dura ocho días. El ritual de la Pascua, si empieza en un día de la semana, comienza de esta manera:
Bendito eres tú, oh Eterno, nuestro Dios, Rey del universo, Creador del fruto de la vid.
Bendito eres tú, oh Eterno, nuestro Dios, Rey del universo, que nos seleccionaste de entre todos los pueblos y nos exaltaste entre las naciones, y nos santificó con sus mandamientos. Y tú, oh Eterno, nuestro Dios, nos has dado (días de sabbat para descanso y) días festivos para alegría, (este sabbat y los días de) esta fiesta de pan sin levadura, tiempo de recordación de nuestra liberación (en amor) de la salida de Egipto.
Porque tú nos has seleccionado y nos has santificado de entre todas las naciones, y que tú nos has hecho heredar tus días festivos (y de sabbat, en amor y favor). Bendito seas tú, oh Eterno, que santificaste (al sabbat y) a Israel y los días festivos.
Estas palabras dejan en claro que la elección es por la gracia, y que la santificación es por la ley: Dios «nos santificaste con tus mandamientos». El culto ortodoxo todavía refleja la doctrina sólida: justificación por la gracia electora y santificación por la ley. Los capítulos 12 y 13 de Éxodo atestiguan el hecho de la gracia y citan el requisito de obediencia a la ley (13: 9).
De manera similar, la Pascua cristiana celebra el día cristiano de salvación, la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, y de aquí que el Día de Resurrección marcara el principio del sabbat cristiano. En la mayoría de las liturgias del sacramento, la lectura de la ley, de los Diez Mandamientos, es básica para el culto.
En el Libro de Oración Común, se lee la ley al principio del culto, aunque se puede omitir si se lee por lo menos un domingo cada mes. Si se omite, se lee el sumario de la ley. En el orden del culto de la última comunión de Calvino y en la primera comunión de Knox en Escocia, no se leía la ley, pero aparecía en sus liturgias en forma de excomuniones pronunciadas específicamente contra todos los transgresores de la ley.
Segundo: la Pascua hebrea es un culto de familia, y Dios ordenó que el hijo no solo hiciera una pregunta ritual, sino que el culto se dirigiera a él (Éx 13: 14).
El hijo menor, por tanto, normalmente hace la pregunta sobre el significado del culto, y el propósito de las palabras del sacerdote-padre es darle a conocer el significado de la Pascua. El menor presente formula «las cuatro preguntas» que se refieren al significado del ritual nocturno.
El relato de la liberación de Egipto y su significado lo declaran el jefe de familia y otros participantes.
Tercero: La pascua cristiana también es una celebración de la familia de Cristo.
En concordancia, los niños participaban de los elementos. La iglesia primitiva se reunía en casas, por lo general por la noche, puesto que el primer día de la semana era entonces un día de trabajo. El sacramento se celebraba como una fiesta de ágape, una fiesta de amor, una cena a la que todos los miembros aportaban un plato.
Los niños participaban de la comida. Nada está más claro que el hecho de que los infantes eran bautizados, se les confirmaba y participaban de los elementos quizás durante los primeros 9 ó 10 siglos de la era cristiana.
El patrón hebraico de la ley del Antiguo Testamento fue muy fuerte en la iglesia. (Incluso hoy un misal católico romano señala, en su orden de la misa, en el punto «Celebración de la palabra»: «Esto se ha tomado del servicio de la sinagoga de Israel»). Como resultado, se requirió la decisión de un concilio de la iglesia para apartarse de la práctica de bautizar al octavo día.
Fido, un obispo africano, había planteado la pregunta de si se debía «bautizar a los infantes, si la necesidad lo requería, tan pronto como nacieran, y no hasta el octavo día según la regla dada en el caso de la circuncisión». La respuesta sinódica de San Cipriano y un concilio de sesenta y seis obispos fue esta:
En cuanto al caso de infantes, en tanto que tú juzgas que no se les debe bautizar hasta dos o tres días después de nacidos; y que la regla de la circuncisión se debe observar, así que ninguno debería ser bautizado y santificado antes del octavo día de nacido; nosotros todos en nuestro concilio somos de la opinión contraria. Fue nuestra resolución y juicio unánime que la misericordia y la gracia de Dios no se le nieguen a nadie tan pronto como nace.
La intención obvia de esta decisión fue permitir el bautismo de los recién nacidos que pudieran morir antes del octavo día y así quedar sin bautizarse. Al parecer en esos primeros tiempos prevaleció el temor de que a tales niños se les negara la salvación del pacto debido a que les faltaba el rito del pacto. En esencia, el requisito del octavo día del Antiguo Testamento se reconoció y se dejó a un lado solo para atender emergencias.
No es nuestro propósito aquí analizar el concepto del bautismo que tenía el concilio, sino llamar la atención a la persistencia del patrón del Antiguo Testamento. Para volver al servicio de comunión, la evidencia es clara «que la comunión en sí misma se daba a infantes, y eso inmediatamente desde el momento de su bautismo».
Como Bingham notó, este hecho «se menciona con frecuencia en Cipriano, Agustín, Inocencio y Genadio, escritores de los siglos 3 al 5. Maldonat confiesa que eso estuvo en la iglesia durante 600 años. Y algunas de las autoridades demuestran que continuó dos o tres épocas más, y fue la práctica común más allá de los tiempos de Carlomagno». Este hecho representa la persistencia del patrón del Antiguo Testamento, muy claramente.
No se puede dar ninguna razón bíblica para eliminar del sacramento a los niños.
El sentido de la vida del pacto se destruye por su exclusión y se viola la ley de Dios. La razón de su exclusión se halla en 1ª Corintios 11: 28, el requisito del examen propio, tal como la limitación de la comida a un símbolo se basa en los versículos 22 y 34. Puede haber base para esto último, aunque no puede haber una limitación del sacramento solo a una comida simbólica. Sin embargo, el autoexamen era una parte de la ceremonia hebraica.
Esto nos lleva a nuestro tercer punto de importancia, el aspecto de la preparación para la Pascua. En el hogar hebreo, el 13 de Nisán al anochecer el jefe de la familia recorría rebuscando en la casa con una vela encendida, para eliminar toda levadura, incluyendo todo pan hecho de masa leudada de trigo, cebada, trigo moreno, avena o centeno.
Después, en el Seder, los primeros dos días de festival de la Pascua, «se pronunciaba el énfasis de la participación de los niños». ¿Cómo se reconcilian estos dos hechos con el requisito de la preparación y el autoexamen?
¿Cómo se puede incluir a los niños?
El ritual de recorrer la casa para eliminar toda levadura era un símbolo dramatizado de la necesidad de eliminar la corrupción de la vida de la familia y del individuo. Como tal, era una señal vívida para todos los niños, desde sus primeros días, de la necesidad de examinarse a sí mismos, la necesidad de eliminar de sus vidas toda influencia y hábitos corruptores.
Al niño, como miembro del pacto, desde sus más tempranos recuerdos se le instruía en el significado de la membrecía en el pacto. Los primeros cristianos llevaron las implicaciones más que los hebreos, pues a los niños de brazos se les ponían los elementos en la boca; algo más que una creencia algo supersticiosa puede haber estado presente en esta práctica.
Esto no elimina el requisito bíblico de que el culto incluyera a todos los niños capaces de hacer la pregunta sobre el significado del culto. El culto, además, es a la vez una celebración y un servicio de enseñanza, para instruir a todos los presentes sobre el hecho de la salvación y su significado.
Cuarto: la Pascua conmemoraba una victoria y miraba hacia adelante a más victoria. La palabra salvación también se puede traducir victoria. El culto judío ortodoxo dice en un punto: «Que Él, que es más misericordioso, rompa de nuestro cuello el yugo de nuestro cautiverio, y nos conduzca con seguridad a nuestra tierra». Esta es fe orientada al futuro, una que espera victoria, y luego mira a Elías que venga como su heraldo.
De modo parecido, la Pascua cristiana tiene el propósito que indicó San Pablo: «Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga» (1ª Co 11:26).
Según Hodge, el significado de este versículo es el siguiente:
Así como la Pascua era una conmemoración perpetua de la liberación de Egipto, y una predicción de la venida y muerte del Cordero de Dios que llevaría los pecados del mundo, la Cena del Señor es a la vez conmemoración de la muerte de Cristo y una promesa de su venida la segunda vez sin pecado y para salvación.
Esto es verdad suficiente, pero, ¿es eso todo lo que esta declaración quiere decir?
Calvino comentó:
La Cena entonces es (por así decirlo) una conmemoración, que debe permanecer en la iglesia hasta la última venida de Cristo; y ha sido señalada para este propósito, que Cristo pueda ponernos en mente el beneficio de su muerte para que podamos reconocerlo ante los hombres. De aquí que tenga el nombre de Eucaristía (de habiendo dado gracias).
Esto es mejor porque Calvino habló «de los beneficios de su muerte [de Cristo]». El significado de la muerte de Cristo es la muerte del pecado y de la muerte; quiere decir salvación o victoria. La Pascua cristiana debe declarar la victoria de Dios y del pueblo de Dios. «Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz» (Sal 37:11).
La dimensión de victoria es tan importante para el sacramento, que observarlo sin una declaración de esta victoria es negar el sacramento. La Pascua del Antiguo Testamento, que es la herencia de todos los cristianos, vio la matanza de los primogénitos de todo Egipto, y al pueblo de Dios librado de la esclavitud.
La Pascua del Nuevo Testamento vio al pueblo de Dios, pecadores en sí mismos, librados por la muerte del Primogénito de Dios, en quien tienen victoria.
Quinto: La muerte del primogénito es básica para la Pascua. En la Pascua del Antiguo Testamento, los primogénitos de Egipto fueron masacrados; el requisito de Israel era que «Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es» (Éx 13: 2).
Se mata al primogénito de los enemigos de Dios; todos los primogénitos del pacto, representando a todos los que están dentro del pacto, o bien son entregados o dedicados a Dios, o deben morir (Éx 13:13). La Pascua es vida y victoria para los que son fieles al pacto; nos lleva a la tierra prometida.
En la Pascua cristiana, la sentencia de muerte sobre el primogénito del pacto, que son todos pecadores, la asume el primogénito de Dios, Jesucristo, el nuevo Adán. La sentencia de muerte es en última instancia impuesta sobre todos los demás. Para el pueblo del pacto de Cristo, la Pascua quiere decir liberación hacia la tierra prometida. Esto es victoria en el tiempo y la eternidad. Los judíos durante edades incontables han celebrado su Pascua, declarando: El próximo año en Jerusalén.

TAL ESPÍRITU SE HACE ECO DE LA VICTORIA DE LA PASCUA ORIGINAL.

La victoria de la Pascua cristiana es mucho mayor. El que la observación de la Cena del Señor esté desprovista de esta nota de victoria es negar el sacramento.

La Pascua cristiana, entonces, quiere decir que todos los hombres fuera del pacto están bajo la décima plaga. Solo los que están dentro están cubiertos por la sangre del Cordero y se les asegura la victoria y la liberación a la tierra prometida, la nueva creación de Dios. San Pablo se refirió tanto al examen propio (purgar de levadura la casa), y la victoria sobre todos los enemigos cuando escribió: «Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta» (1ª Co 5:7, 8).