INTRODUCCIÓN
Uno de los hechos más obvios de
la Última Cena es que se celebró en la comida pascual. La continuidad del pacto
renovado o nuevo con el antiguo se marcó por la coincidencia de los dos ritos.
El hecho de que Jesús haya seleccionado a doce discípulos deja en claro que su
comunidad era el nuevo Israel de Dios. No hay posibilidad de comprender el
Nuevo Testamento si se niega o se socava su continuidad con el Antiguo.
Mientras comían la Pascua, Jesús
llamó la atención a la traición que planeaba Judas y luego lo despidió (Mt
26:21; Jn 13:30). Entonces «mientras comían» (Mt 26:26; Mr 14:22), Jesús
instituyó la Pascua cristiana en su cuerpo y sangre.
Para entender la Pascua cristiana
es imperativo analizar la Pascua hebrea. Por eso, ciertos aspectos de la Pascua
original requieren atención.
Primero: La Pascua celebraba la liberación
de Egipto y de la décima plaga, la muerte del primogénito. Fue, pues, la salvación del Antiguo Testamento, y
marcó el principio del sabbat, el día de descanso del Señor, que conmemoraba
salvación (Dt 5:15; Éx 12: 12.13). El primer día del festival cae el 15 de
nisán (marzo-abril) y dura ocho días. El ritual de la Pascua, si empieza en un
día de la semana, comienza de esta manera:
Bendito eres tú, oh Eterno,
nuestro Dios, Rey del universo, Creador del fruto de la vid.
Bendito eres tú, oh Eterno,
nuestro Dios, Rey del universo, que nos seleccionaste de entre todos los
pueblos y nos exaltaste entre las naciones, y nos santificó con sus
mandamientos. Y tú, oh Eterno, nuestro Dios, nos has dado (días de sabbat para
descanso y) días festivos para alegría, (este sabbat y los días de) esta fiesta
de pan sin levadura, tiempo de recordación de nuestra liberación (en amor) de
la salida de Egipto.
Porque tú nos has seleccionado y
nos has santificado de entre todas las naciones, y que tú nos has hecho heredar
tus días festivos (y de sabbat, en amor y favor). Bendito seas tú, oh Eterno,
que santificaste (al sabbat y) a Israel y los días festivos.
Estas palabras dejan en claro que
la elección es por la gracia, y que la santificación es por la ley: Dios «nos
santificaste con tus mandamientos». El culto ortodoxo todavía refleja la
doctrina sólida: justificación por la gracia electora y santificación por la
ley. Los capítulos 12 y 13 de Éxodo atestiguan el hecho de la gracia y citan el
requisito de obediencia a la ley (13: 9).
De manera similar, la Pascua
cristiana celebra el día cristiano de salvación, la victoria de Cristo sobre el
pecado y la muerte, y de aquí que el Día de Resurrección marcara el principio
del sabbat cristiano. En la mayoría de las liturgias del sacramento, la lectura
de la ley, de los Diez Mandamientos, es básica para el culto.
En el Libro de Oración Común, se lee la ley al principio del culto,
aunque se puede omitir si se lee por lo menos un domingo cada mes. Si se omite,
se lee el sumario de la ley. En el orden del culto de la última comunión de
Calvino y en la primera comunión de Knox en Escocia, no se leía la ley, pero
aparecía en sus liturgias en forma de excomuniones pronunciadas específicamente
contra todos los transgresores de la ley.
Segundo: la Pascua hebrea es un culto de familia, y Dios ordenó que el hijo no
solo hiciera una pregunta ritual, sino que el culto se dirigiera a él (Éx 13: 14).
El hijo menor, por tanto,
normalmente hace la pregunta sobre el significado del culto, y el propósito de
las palabras del sacerdote-padre es darle a conocer el significado de la
Pascua. El menor presente formula «las cuatro preguntas» que se refieren al
significado del ritual nocturno.
El relato de la liberación de
Egipto y su significado lo declaran el jefe de familia y otros participantes.
Tercero: La pascua
cristiana también es una celebración de la familia de Cristo.
En concordancia, los niños
participaban de los elementos. La iglesia primitiva se reunía en casas, por lo
general por la noche, puesto que el primer día de la semana era entonces un día
de trabajo. El sacramento se celebraba como una fiesta de ágape, una fiesta de
amor, una cena a la que todos los miembros aportaban un plato.
Los niños participaban de la
comida. Nada está más claro que el hecho de que los infantes eran bautizados,
se les confirmaba y participaban de los elementos quizás durante los primeros 9
ó 10 siglos de la era cristiana.
El patrón hebraico de la ley del
Antiguo Testamento fue muy fuerte en la iglesia. (Incluso hoy un misal católico
romano señala, en su orden de la misa, en el punto «Celebración de la palabra»:
«Esto se ha tomado del servicio de la sinagoga de Israel»). Como resultado, se
requirió la decisión de un concilio de la iglesia para apartarse de la práctica
de bautizar al octavo día.
Fido, un obispo africano, había
planteado la pregunta de si se debía «bautizar a los infantes, si la necesidad lo requería, tan pronto como nacieran, y no hasta el octavo día
según la regla dada en el caso de la circuncisión». La respuesta sinódica de
San Cipriano y un concilio de sesenta y seis obispos fue esta:
En cuanto al caso de infantes, en
tanto que tú juzgas que no se les debe bautizar hasta dos o tres días después
de nacidos; y que la regla de la circuncisión se debe observar, así que ninguno
debería ser bautizado y santificado antes del octavo día de nacido; nosotros
todos en nuestro concilio somos de la opinión contraria. Fue nuestra resolución
y juicio unánime que la misericordia y la gracia de Dios no se le nieguen a
nadie tan pronto como nace.
La intención obvia de esta
decisión fue permitir el bautismo de los recién nacidos que pudieran morir
antes del octavo día y así quedar sin bautizarse. Al parecer en esos primeros
tiempos prevaleció el temor de que a tales niños se les negara la salvación del
pacto debido a que les faltaba el rito del pacto. En esencia, el requisito del
octavo día del Antiguo Testamento se reconoció y se dejó a un lado solo para
atender emergencias.
No es nuestro propósito aquí
analizar el concepto del bautismo que tenía el concilio, sino llamar la
atención a la persistencia del patrón del Antiguo Testamento. Para volver al
servicio de comunión, la evidencia es clara «que la comunión en sí misma se
daba a infantes, y eso inmediatamente desde el momento de su bautismo».
Como Bingham notó, este hecho «se
menciona con frecuencia en Cipriano, Agustín, Inocencio y Genadio, escritores
de los siglos 3 al 5. Maldonat confiesa que eso estuvo en la iglesia durante
600 años. Y algunas de las autoridades demuestran que continuó dos o tres
épocas más, y fue la práctica común más allá de los tiempos de Carlomagno».
Este hecho representa la persistencia del patrón del Antiguo Testamento, muy
claramente.
No se puede dar ninguna razón
bíblica para eliminar del sacramento a los niños.
El sentido de la vida del pacto
se destruye por su exclusión y se viola la ley de Dios. La razón de su
exclusión se halla en 1ª Corintios 11: 28, el requisito del examen propio, tal
como la limitación de la comida a un símbolo se basa en los versículos 22 y 34.
Puede haber base para esto último, aunque no puede haber una limitación del
sacramento solo a una comida simbólica. Sin embargo, el autoexamen era una
parte de la ceremonia hebraica.
Esto nos lleva a nuestro tercer punto de importancia, el
aspecto de la preparación para
la Pascua. En el hogar hebreo, el 13 de Nisán al anochecer el jefe de la familia recorría rebuscando en la
casa con una vela encendida, para eliminar toda levadura, incluyendo todo pan hecho de masa leudada de
trigo, cebada, trigo moreno,
avena o centeno.
Después, en el Seder, los
primeros dos días de festival de
la Pascua, «se pronunciaba el énfasis de la participación de los niños». ¿Cómo se reconcilian estos dos hechos con
el requisito de la preparación y el autoexamen?
¿Cómo se puede incluir a los
niños?
El ritual de recorrer la casa
para eliminar toda levadura era un símbolo dramatizado de la necesidad de
eliminar la corrupción de la vida de la familia y del individuo. Como tal, era
una señal vívida para todos los niños, desde sus primeros días, de la necesidad
de examinarse a sí mismos, la necesidad de eliminar de sus vidas toda
influencia y hábitos corruptores.
Al niño, como miembro del pacto, desde
sus más tempranos recuerdos se le instruía en el significado de la membrecía en
el pacto. Los primeros cristianos llevaron las implicaciones más que los
hebreos, pues a los niños de brazos se les ponían los elementos en la boca;
algo más que una creencia algo supersticiosa puede haber estado presente en
esta práctica.
Esto no elimina el requisito
bíblico de que el culto incluyera a todos los niños capaces de hacer la
pregunta sobre el significado del culto. El culto, además, es a la vez una
celebración y un servicio de enseñanza, para instruir a todos los presentes sobre
el hecho de la salvación y su significado.
Cuarto: la Pascua conmemoraba una
victoria y miraba hacia adelante a más victoria. La palabra salvación también se puede traducir victoria. El culto judío ortodoxo
dice en un punto: «Que Él, que es más misericordioso, rompa de nuestro cuello
el yugo de nuestro cautiverio, y nos conduzca con seguridad a nuestra tierra».
Esta es fe orientada al futuro, una que espera victoria, y luego mira a Elías que
venga como su heraldo.
De modo parecido, la Pascua
cristiana tiene el propósito que indicó San Pablo: «Así, pues, todas las veces
que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis
hasta que él venga» (1ª Co 11:26).
Según Hodge, el significado de
este versículo es el siguiente:
Así como la Pascua era una
conmemoración perpetua de la liberación de Egipto, y una predicción de la
venida y muerte del Cordero de Dios que llevaría los pecados del mundo, la Cena
del Señor es a la vez conmemoración de la muerte de Cristo y una promesa de su
venida la segunda vez sin pecado y para salvación.
Esto es verdad suficiente, pero,
¿es eso todo lo que esta declaración quiere decir?
Calvino comentó:
La Cena entonces es (por así
decirlo) una conmemoración, que debe permanecer en la iglesia hasta la última
venida de Cristo; y ha sido señalada para este propósito, que Cristo pueda
ponernos en mente el beneficio de su muerte para que podamos reconocerlo ante
los hombres. De aquí que tenga el nombre de Eucaristía (de habiendo dado gracias).
Esto es mejor porque Calvino
habló «de los beneficios de su muerte [de Cristo]». El significado de la muerte
de Cristo es la muerte del pecado y de la muerte; quiere decir salvación o
victoria. La Pascua cristiana debe declarar la victoria de Dios y del pueblo de
Dios. «Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de
paz» (Sal 37:11).
La dimensión de victoria es tan
importante para el sacramento, que observarlo sin una declaración de esta
victoria es negar el sacramento. La Pascua del Antiguo Testamento, que es la
herencia de todos los cristianos, vio la matanza de los primogénitos de todo
Egipto, y al pueblo de Dios librado de la esclavitud.
La Pascua del Nuevo Testamento
vio al pueblo de Dios, pecadores en sí mismos, librados por la muerte del
Primogénito de Dios, en quien tienen victoria.
Quinto: La muerte del primogénito es
básica para la Pascua. En la Pascua del Antiguo Testamento, los primogénitos de
Egipto fueron masacrados; el requisito de Israel era que «Cualquiera que abre
matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío
es» (Éx 13: 2).
Se mata al primogénito de los enemigos
de Dios; todos los primogénitos del pacto, representando a todos los que están
dentro del pacto, o bien son entregados o dedicados a Dios, o deben morir (Éx
13:13). La Pascua es vida y victoria para los que son fieles al pacto; nos lleva
a la tierra prometida.
En la Pascua cristiana, la
sentencia de muerte sobre el primogénito del pacto, que son todos pecadores, la
asume el primogénito de Dios, Jesucristo, el nuevo Adán. La sentencia de muerte
es en última instancia impuesta sobre todos los demás. Para el pueblo del pacto
de Cristo, la Pascua quiere decir liberación hacia la tierra prometida. Esto es
victoria en el tiempo y la eternidad. Los judíos durante edades incontables han
celebrado su Pascua, declarando: El próximo año en Jerusalén.
TAL ESPÍRITU SE HACE ECO DE LA VICTORIA DE LA PASCUA
ORIGINAL.
La victoria de la Pascua
cristiana es mucho mayor. El que la observación de la Cena del Señor esté desprovista
de esta nota de victoria es negar el sacramento.
La Pascua cristiana, entonces,
quiere decir que todos los hombres fuera del pacto están bajo la décima plaga.
Solo los que están dentro están cubiertos por la sangre del Cordero y se les
asegura la victoria y la liberación a la tierra prometida, la nueva creación de
Dios. San Pablo se refirió tanto al examen propio (purgar de levadura la casa),
y la victoria sobre todos los enemigos cuando escribió: «Limpiaos, pues, de la
vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra
pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la
fiesta» (1ª Co 5:7, 8).