9. LA PAZ

INTRODUCCIÓN

Un propósito fundamental del plan de Dios para el hombre y la tierra es el establecimiento de su paz. Esta paz a menudo se describe simbólicamente como una paz no solo con Dios, sino entre los hombres, y entre el hombre y la naturaleza.
Se nos dice:
Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará.
La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar (Is 11: 6-9).
Otro símbolo igualmente familiar tiene que ver con la vid y la higuera. Ambos son símbolos no solo de paz, sino también de fertilidad y prosperidad. Los hallamos repetidas veces en las Escrituras (2ª R 18: 31; Is 36: 16), pero sus enunciados más conocidos son los siguientes:
Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra.
Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha hablado (Miq 4: 3, 4).
Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón (1 R 4:25).
En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera (Zac 3:10).
De éstos, Miqueas 4:3, 4 y Zacarías 3:10 son profecías mesiánicas que describen la culminación del reinado del Mesías.
Jesús se refirió a sí mismo como la fuente de esta paz, como la vid verdadera, declarando: «Yo soy la vid verdadera» (Jn 15: 1). Más directamente, dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Jn 14: 27). Cuando Jesús maldijo a la higuera (Mt 21: 19; Mr 11: 13, 14), fue la paz de Israel la que maldijo Él, que es la paz verdadera.
Antes de la caída, no solo el hombre moraba en paz en el Edén, sino la tierra también, y los animales. Esa paz la quebrantó del hombre, y ahora, San Pablo declara: «toda la creación» espera fervientemente la liberación y restauración que se hará por Cristo y los hijos de Dios (Ro 8: 19-23).
La restauración de esa paz empieza con la restauración del hombre a la vida por la obra regeneradora de Jesucristo. El hombre es entonces una nueva creación (Moffatt, 2ª Co 5: 14 [en inglés]; «Hay una nueva creación dondequiera que un hombre pasa a estar en Cristo; lo viejo ha pasado, lo nuevo ha llegado»).
El concepto de la paz que es herencia de todo hombre en Cristo es parte de la doctrina del sabbat, del reposo del hombre en su Señor. Se requiere que a la misma tierra se le den su reposo y su paz, porque la tierra es del Señor.
Este concepto de la paz tuvo una profunda influencia en la ley. El comentario de Keeton sobre la doctrina medieval de la paz en Inglaterra es muy instructivo:
Otro factor de importancia que influyó en el crecimiento de la ley criminal en el primer siglo después de la conquista fue el concepto de la paz del rey. En la ley sajona todo hombre libre tiene una paz. También la tenía la Iglesia, y la paz de Dios gobernaba todos los días santos. Por la ruptura de la paz de una persona, por ej., por la comisión de un crimen en ella, se debe pagar compensación, así como también compensación a la víctima y sus parientes.
Por sobre todas las demás paces estaba la del rey, e incluso en tiempos sajones, oímos de los esfuerzos hechos por reyes fuertes para preservarla, especialmente en «la carretera del rey». En las manos de los administradores reales después de la Conquista esto demostró ser un concepto dinámico, y, como Maitland una vez lo expresó, a la larga la paz del rey se tragó la paz de todos los demás.
Esto sucedió de dos maneras. Gradualmente los pagos en dinero respecto a la ruptura de la paz de otras personas dejaron de imponerse, en tanto que el concepto de la paz del rey se extendió a todo el reino. Todo delito serio se convirtió en un quebrantamiento de la paz del rey, o una felonía. Ya en tiempos de Bracton, en el siglo 13, se había vuelto forma común imponerle a un acusado en los términos siguientes: «Por cuanto el susodicho B estaba en la paz de Dios y de nuestro señor el Rey, vino el susodicho N delincuentemente como delincuente», etc. Incluso hoy a una persona acusada de un delito se le acusa de que «de manera delincuente y contraria a la paz de nuestra Señora soberana, la Reina», etc.
Era una característica de los delincuentes que se habían puesto fuera de la paz del rey, por lo que la mano de todo hombre estaba contra ellos. Es más, la paz del rey al principio se concibió como que existía mientras el rey viviera.
La declaración de Maitland está bien dicha: «A la larga la paz del rey se tragó la paz de todos los demás». Se veía la paz no como parte del orden de Dios, sino como un producto de la vida del estado. La diferencia entre estas dos perspectivas difícilmente se puede exagerar.
El significado de la palabra paz en hebreo es revelador de su significado bíblico.
Según Brown:
PAZ, traducción en el AT del heb. Shalom (de la raíz «estar completo», «completamiento», «solidez», y de ahí, salud, bienestar, prosperidad; más particularmente, paz como opuesta a la guerra, concordia como opuesta al conflicto.
El significado fundamental de shalom es prosperidad, bienestar, bien de cualquier clase, un significado que reaparece en el gr. Eirene. En el sentido primario de prosperidad, la paz es una bendición de la cual solo Dios es el autor (Is 45:7).
Entre las bendiciones que Israel espera en el tiempo mesiánico ninguna se recalca más que la paz.
El NT coincide con el AT en el concepto de paz como característica del tiempo mesiánico (Lc 1: 79; 2:14; 19: 38; Hch 10: 36). En este sentido probablemente se debe entender el saludo de los discípulos en su viaje misionero (Mt 10: 12, 13; Lc 10:5, 6). Al evangelio del Mesías expresamente se le llama evangelio de la paz (Ef 6:15; Hch 10:36). Jesucristo mismo es el gran Pacificador.

CARACTERÍSTICA DEL NT ES EL CONCEPTO DE LA PAZ COMO POSESIÓN PRESENTE DEL CRISTIANO.

En el sentido bíblico, paz es ese orden y prosperidad que fluyen de la reconciliación con Dios y una restauración a la vida bajo Dios. La vida en el Edén se caracterizó por paz con Dios y por consiguiente paz con el hombre, dentro del hombre, y con la naturaleza y dentro de la naturaleza.
La vida en Cristo significa la restauración progresiva de esa paz conforme el hombre crece en Cristo y pone al mundo bajo su dominio. La fuente de paz es la regeneración del hombre en Cristo; es más que el cese de hostilidades; es el crecimiento de la comunión y también la realización como persona en Cristo.
La paz estatal es en el mejor de los casos la ausencia de hostilidades y la supresión de actividades delictivas. Debido a que el estado no puede regenerar al hombre, no puede establecer ni siquiera esta forma limitada de paz. El poder del Estado es en esencia el poder de la espada. El estado puede ordenar que los hombres se amen y vivan en paz, pero sus medidas represivas solo añaden otro elemento de hostilidad a la situación.
El estado, además, en sus esfuerzos por imponer una paz represiva y armada entre sus ciudadanos, destruye la paz de esos ciudadanos, puesto que usurpa la paz de Dios y la libertad de los hombres libres. El estado puede solo ser un instrumento para la paz cuando es un instrumento de Dios y un ministro de Cristo.
Sus esfuerzos entonces están limitados a su propio ámbito, para ser ministro de justicia.
Claramente la paz como prosperidad y bienestar está muy estrechamente relacionada con salvación, victoria y salud. El cuadro de la paz en que todo hombre está debajo de su vid y debajo de su higuera es de prosperidad, seguridad, contentamiento y alegría.
La paz y la salvación son, por tanto, conceptos centrados en Dios, que equivale a la realización personal del hombre. Como Dios es el autor y creador de todas las cosas, no puede haber satisfacción para el hombre aparte de Él. Por consiguiente «los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos» (Is 57: 20, 21).

ESTA PAZ, SIN EMBARGO, ES MÁS QUE AUSENCIA DE HOSTILIDADES; ES PAZ CON DIOS.

Paz con Dios quiere decir guerra con los enemigos de Dios. Cristo dejó en claro que la lealtad a él implicaba una espada de división (Mt 10: 34-36). En un mundo pecador, algo de guerra es ineludible. El hombre debe, por consiguiente, escoger sus enemigos: ¿Dios o el hombre pecador? Si un hombre está en paz con los hombres pecadores, está en guerra con Dios. La paz en un sector quiere decir guerra en otro. Solo Dios, sin embargo, puede dar paz interna ahora, y, finalmente, paz mundial mediante su ley soberana (Miq 4: 2).

NOTAS SOBRE LA LEY DE LA SOCIEDAD OCCIDENTAL

En los cánones de la Iglesia Primitiva, la importancia de la ley bíblica es bien evidente.
Las iglesias claramente sentían que la ley bíblica era obligatoria para los creyentes.
No todas fueron tan lejos ni tan literales como la iglesia de Armenia, en la cual en esos días y por siglos después, «solo se nombraba a las órdenes clericales a los que eran de descendencia sacerdotal (siguiendo en esto las costumbres judías)». Esta práctica fue condenada por el canon XXIII en el Concilio Quini sexto (o Concilio Trullano) en 6921.
El canon XCIX del mismo concilio se refería también al hecho de que «ciertas personas hierven pedazos de carne dentro del santuario y ofrecen porciones a los sacerdotes, repartiéndolas según la costumbre judía». Estrabón hace un relato de una costumbre similar en Occidente en el siglo 92. Pero eso no es todo.
La iglesia de Armenia tenía sacrificios animales según la ley del Antiguo Testamento, continuándolos por mucho tiempo después de que los judíos los abandonaron, hasta bien entrado el mismo siglo 20. Esto tenía lugar a la puerta de la iglesia y eran ofrendas voluntarias al Señor que conmemoraban los sacrificios del Antiguo Testamento, y dados como resultado de votos hechos al Señor o como parte de una oración. Los animales tenían que ser levíticamente aceptables de un año, y libres de todo defecto según la ley. La oración dice en parte como sigue:
Porque por medio de tu bendito profeta Moisés ordenaste a tu pueblo de Israel que te ofreciera estos sacrificios, de los rebaños y ovejas y otros animales puros, trayéndolos a la puerta de la carpa del testimonio, a los sacerdotes levitas, que pondrían sus manos sobre ellos y derramarían su sangre en tu altar santo, oh Señor; y por ello los pecados fueron expiados y se concedían las peticiones.
Sin embargo en todo esto prefiguraste, como en sombra, las cosas por venir, esa verdadera salvación que en tu gracia nos has dado por tu venida al mundo. Porque tú mismo, Señor todo misericordioso y benevolente, por medio de tu Espíritu previsor declaraste por el profeta: no aceptaré la gordura de tus carneros; ofrece un sacrificio de alabanza a Dios, y con mente dispuesta preséntale al Señor una víctima sin sangre. Porque, ¿no se dice: El sacrificio de Dios es un espíritu afligido, y al espíritu humilde Dios no desprecia?
Así, ahora que hemos pecado y somos indignos, humildes de corazón nos postramos delante de tu compasión infinita; y suplicamos tu abundante amor por la humanidad y misericordia, y la indeclinable promesa que has hecho a tus amados, nuestros padres.
Condesciende, oh Señor, a esta nuestra ofrenda, y acéptala de nuestras manos; así como lo hiciste con los holocaustos de corderos y becerros, y como lo hiciste con las innumerables ofrendas de corderos engordados.
Con gracia concede nuestras peticiones, para que no seamos burla de nuestros enemigos, sino más bien nos regocijemos en tu salvación. Porque si pesas todas las montañas y las llanuras con tu mirada, y tienes el cielo y la tierra en el hueco de tu mano, y te sientas en lo alto de las alturas en el trono de los querubines, y los abismos no esconden de ti, y todos los animales de cuatro patas y todo lo que tiene el aliento de vida no te basta para el holocausto.
¿Cómo nos vamos a atrever a presumir delante de ti y a ofrecer sacrificio?

LA IGLESIA GRIEGA TAMBIÉN TENÍA ORACIONES POR LOS SACRIFICIOS DE ANIMALES.

Las regulaciones levíticas respecto al sacerdocio también se aplicaban al clero en la iglesia, y Levítico 21:17-23 se obedecía con cuidado. Puesto que los eunucos estaban excluidos del ministerio, se produjo un problema cuando Roma o los bárbaros castraron al clero para destruir la validez de su ordenación.
El Concilio de Nicea en el 318 declaró que «los castrados por los bárbaros» podían «permanecer entre el clero», en vista de las circunstancias de su defecto5. El Concilio de Ancira en 314, canon XI, tuvo que considerar los casos de vírgenes comprometidas que habían sido violadas; en tales casos, no se adscribía defecto a la muchacha. La epístola canónica de San Gregorio Taumaturgo hizo un punto similar en el primer canon.
Ancira, en el canon XXI, trató severamente del aborto (diez años de penitencia); se excomulgó a los travestis; se citaron repetidas veces varias transgresiones sexuales como causa de la excomunión vitalicia (puesto que la iglesia no tenía poder para imponer la pena de muerte); y se trató del asesinato, la adivinación, la adoración de ángeles, la herejía y otros asuntos en términos de la ley bíblica, hasta donde podía ir la iglesia.
La restitución fue básica para la ley canónica y la penitencia. Las Constituciones Apostólicas la citan en el canon LXXII, como también San Gregorio Taumaturgo en su epístola canónica, canon VIII. Los cánones y regulaciones respecto al sabbat son de interés especial. Timoteo, obispo de Alejandría, requería que el hombre y su esposa se abstuvieran «del acto conyugal el sábado, y el Día del Señor; porque en esos días se ofrece el sacrificio espiritual». Esto era en términos de Éxodo 19:15 y estaba destinado a separar de la adoración todo elemento del culto a la fertilidad.
Los cristianos no siempre podían descansar en el Día del Señor, el sabbat cristiano, y la necesidad era así una excusa legítima; sin embargo, respetar el sábado judío estaba prohibido:
Los cristianos no deben judaizar descansando el sabbat, sino que deben trabajar en ese día, y más bien honrar el Día del Señor; y, si pueden, descansar entonces como cristianos. Pero si se hallara que alguno es judaizante, que sean anatema de Cristo.
Debido a que el Día del Señor era un tiempo de descanso y alegría, ayunar el domingo se condenaba y requería excomunión. El mismo concilio, Gangra, condenó a los que condenaban el matrimonio (Canon I); condenó el vegetarianismo (Canon II); condenó a los que se separaban de un clérigo casado (Canon IV); y cosas por el estilo.

ES OBVIO QUE LA IGLESIA PRIMITIVA OBEDECÍA LA LEY BÍBLICA.

Esto no es decir que su obediencia fuera de ninguna manera perfecta. Las costumbres a veces sobreseyeron la Ley. La primera epístola canónica de Basilio, arzobispo de Cesarea en Capadocia, a Anfiloquio, obispo de Iconio, tomó nota de esto en el Canon IX:
Nuestro Señor también, al hombre y a la mujer les prohibió el divorcio, excepto en caso de fornicación; pero la costumbre requiere que las mujeres retengan a sus esposos, aunque estos sean culpables de fornicación.
No había, sin embargo, falta de aplicación inteligente de la ley. Por ejemplo, los Cánones XXXIII y LII de Basilio declaraban que el descuido de los hijos que provocara muerte era asesinato.
La iglesia, pues, estuvo consciente de la centralidad de la ley bíblica para la fe cristiana, y su ley canónica era la aplicación de la regla de esa ley a los problemas de la vida. La iglesia, sin embargo, estaba dentro del marco de trabajo del Imperio Romano y la ley romana. Es necesario citar brevemente algunos aspectos de las interpretaciones de la ley romana dentro del contexto de la fe cristiana.
Roma había alcanzado una centralización y simplificación excesiva del control de los hombres que había empezado a inmiscuirse y destruir el orden social. C.
Dickerman Williams ha dicho, del período del Código Teodosiano (313-468),
El Código Teodosiano y sus Novelas tienen que ver con un período de la historia muy parecido al nuestro en muchos de sus problemas. Pero en ese día ya no era posible intentar resolver los problemas mediante una mayor centralización u oficialidad. Al tiempo del edicto más temprano que se incluyó en el código, la centralización de la sociedad ya no podía avanzar más debido a que estaba completa.
Un área que para sus habitantes era el mundo entero había sido fundida en una sola organización. Las actividades sociales, económicas y religiosas las administraba o controlaba rígidamente el estado.
La autoridad del emperador era incuestionable. Los edictos compilados por el Código Teodosiano y sus Novelas representan los esfuerzos a menudo desesperados para hacer que el sistema funcionara. Pero durante aquellos años la tendencia a la desintegración era irresistible. Las imposiciones destinadas a mantener unida la organización fracasaron. Dentro de apenas pocos años después del último de los edictos, el imperio se había destrozado en mil fragmentos.
A diferencia de la nuestra, esa era fue de desintegración, aunque una desintegración casi involuntaria.
El agotamiento, espiritual y físico, estaba destruyendo al Imperio. La centralización del poder agravaba la irresponsabilidad básica que había conducido a la destrucción de los recursos. Williams del nuevo da en el clavo en su comentario:
En ese entonces el problema del Imperio era escasez: escasez de grano, de materiales, y de hombres. Por toda la cuenca del Mediterráneo la agricultura había estado operando para aprovisionar a las distantes amantes del mundo.
Las recompensas para el consumidor habían sido demasiado atractivas; para el productor, insuficientes. Las tierras, especialmente en Italia, habían quedado sin cultivarse. Regiones enteras de África de las cuales Roma había derivado granos y carne por siglos se habían vuelto desiertos. España y otros países habían sido deforestados para proveer leña para los baños públicos de Roma.
«La decadencia del Imperio Romano es un relato de deforestación, agotamiento del suelo y erosión. De España a Palestina no quedan bosques en el litoral mediterráneo, la región es pronunciadamente árida en lugar de tener el carácter abrigado, húmedo, de las tierras cubiertas de bosques, y la mayoría de su rico suelo de cultivo anteriormente abundante se halla en el fondo del mar» (White and Jacks, Vanishing Lands, p. 8).
Hoy está de moda en algunos sectores mofarse de las advertencias ocasionales de agotamiento de los recursos naturales. Tal veleidad no encontraría eco en las cortes de los últimos emperadores.
Los emperadores eran impotentes para invertir la tendencia. El poder se había centralizado, y el Imperio ahora estaba en manos del Emperador y su burocracia, que no podían ni siquiera empezar a vérselas con los problemas en la base, que era donde estaban la mayoría de los problemas. «La gerencia de la gigantesca maquinaria administrativa estaba por encima de su capacidad».
Después de cierto punto de centralización, una burocracia se vuelve ajena a la realidad; está muy atareada gerenciando la gerencia y gobernando la maquinaria de poder. «Lo maravilloso es que la integridad territorial del imperio se conservara tanto tiempo».
Después de cierto punto la burocracia también se vuelve caníbal.
Los Emperadores dependían del apoyo político del proletariado urbano, especialmente del de la ciudad de Roma, y de la burocracia civil y militar. Para mantener ese respaldo, fue necesario favorecer a los elementos consumidores de la población, especialmente en contra de los productores rurales. El efecto de esa política fue desalentar la producción y tentar a los agricultores a mudarse a las ciudades.
El Código y las Novelas muestran que con el fin de conseguir provisiones para los moradores de la ciudad y el personal del gobierno, fue necesario adoptar medidas rigurosas tales como la servidumbre rural e impuestos pagaderos en especie. La imposición de tales medidas requería un hipertrofiado aparato estatal de administración y represión, lo que a su vez apartó más y más hombres de la producción.
Los hostigados agricultores, continuamente presionados a cumplir sus cuotas de provisiones, solo podían dar poca atención a la preservación del suelo y los bosques. Su deterioro consiguiente acentuó las dificultades de producción. La maquinaria estatal finalmente se volvió tan compleja que llegó a ser inmanejable.
Como resultado, fue posible que las tribus ambulantes de bárbaros hicieran caer a Roma. El imperio se había desintegrado debido a su decadencia interna.
La desintegración de la ley romana fue igualmente real. El código teodosiano muestra las influencias del cristianismo, pero seguía siendo ley romana. Al analizar las leyes del matrimonio hemos notado la cristianización radical de la ley romana bajo Justiniano I (c. 482-565) en el Corpus Juris Civilis. La ley romana continuó en su desarrollo, pero se volvió progresivamente una expresión de la ley bíblica. Los Institutos de Justiniano (que con el Digesto, el Código y las Novelas, formaban parte del Corpus Juris Civilis) refleja muy bien lo que se llama «ley natural», pero ese concepto ahora estaba llegando a ser diferente del que la ley romana había conocido.
La ley natural, lo mismo en manos de juristas, eruditos o deístas, era en esencia una doctrina antitrinitaria, pero seguía siendo más cristiana que romana. La ley natural llegó a ser una forma de herejía cristiana y adscribió a la naturaleza poderes legislativos y leyes absolutas que es obvio que se tomaron prestadas del Dios de las Escrituras.
Así, tanto la ley romana como la ley natural llegaron a estar tan completamente cristianizadas con los siglos que ningún romano las hubiera reconocido. Incluso en donde se retuvo el fraseo de las antiguas leyes romanas, un nuevo contenido e interpretación hacían del significado antiguo algo remoto y vacío.
Lo mismo es válido para las leyes paganas. Claramente, muchas leyes paganas sobrevivieron y matizaron los códigos legales occidentales, pero de nuevo que estuvieron sujetos a una alteración radical en la mayoría de casos. Todavía más, se debe notar que un defecto muy real de los eruditos ha sido su ignorancia de la ley bíblica. Como resultado, se ha llamado pagano mucho que en realidad era bíblico.
En un libro fuente de un erudito de Harvard sobre historia medieval, se nos dice, respecto a Alfredo el Grande de Inglaterra en el siglo :
Estas son unas pocas leyes características que Alfredo incluyó en el código y que él derivó de las bases de viejas costumbres y las leyes de algunos de los reyes sajones previos.
Si alguno golpea a su prójimo con una piedra, o con el puño, y con todo puede salir con un bordón, que le lleve a un médico y que haga su trabajo todo el tiempo que él mismo no pueda.
Si un buey acornea a un hombre o a una mujer, y mueren, que sea apedreado, y que no se coma su carne. El dueño no será culpable si el buey no era dado a atacar con sus cuernos por dos o tres días antes, y él no lo sabía; pero si lo sabía, y no lo encerró, y mata a un hombre o a una mujer, que se lo apedreen; y que se mate al dueño, o que a la persona muerta se le pague, según el «concilio asesor» decrete que es justo.
No lastimes a las viudas ni a los hijastros, ni les hagas ningún daño; porque si lo haces ellos clamarán a mí y yo lo oiré, y te mataré con mi espada; y haré que tus esposas queden viudas, y sus hijos sean hijastros.
Si un hombre le saca el ojo a otro, que le pague sesenta y seis chelines y seis peniques, y una tercera parte de penique, como «bot» [compensación que se pagaba a la persona herida]. Si queda en la cabeza, y no puede ver nada con él, que sea un tercio del «bot» que se pague.
Si un hombre le saca a otro un diente del frente de su cabeza, que le dé «bot» por él con ocho chelines; si fue un canino, que sean cuatro chelines los que se paguen como «bot». El molar de un hombre vale quince chelines. Si se le corta el dedo con que se dispara, el «bot» es de quince chelines; por su uña es cuatro chelines.
Si un hombre mutila la mano de otro hombre, que le pague veinte chelines como «bot», si se puede curar; si se la cercena por la mitad, entonces se pagarán cuarenta chelines como «bot».

ESTAS SON, CLARO, LEYES BÍBLICAS ADAPTADAS A LAS MONEDAS Y AMBIENTE INGLESES.

La ley bíblica desempeñó un papel central en la forja de la civilización occidental al entrar en la sociedad incluso de otra fuente: los judíos de Europa. Desdichadamente, la historia de los judíos, según suele informarse, tiende a recalcar sus sufrimientos antes que sus logros. Esta es una preocupación desdichada que caracteriza a muchos otros pueblos capaces, pero no es una buena manera de hacer historia, sea que la hagan los judíos, los armenios, los polacos, los franceses, los pobladores del sur de los EE.UU. o cualquier otro.
La civilización occidental tiene una gran deuda con la cultura de sus pueblos y ciudades. Los pueblos y ciudades fueron productos de los mercaderes y sus comunidades, y estos en su gran mayoría eran judíos. La ley comercial y la ley urbana, por tanto, tuvieron sus orígenes en las comunidades judías y su intensa devoción a la ley bíblica. En tanto algunos sirios o fenicios continuaron en la era cristiana como mercaderes en Europa, como comerciantes cristianos, cada vez más el papel principal lo desempeñaron los judíos.
La influencia de los judíos en sus imitadores cristianos en el ámbito comercial fue vasta. Su poder también fue muy grande. En una obra de gran importancia, Irving A. Agus ha escrito:
Además, fue en los siglos que precedieron a las Cruzadas que este asombroso grupo desempeñó el papel más heroico en el noroeste de Europa. Los pocos miles de judíos que constituyeron este grupo en el período anterior a las Cruzadas eran tan poderosos que inclinaban a los gobernantes de Europa a su antojo. Obligaron a estos gobernantes a efectuar un cambio radical en la política básica de la Iglesia hacia los judíos.
A estos últimos se les permitía practicar su religión sin perturbarlos, emplear criados cristianos y a veces incluso esclavos cristianos, tener cargos de autoridad sobre cristianos y administrar las actividades financieras en estados grandes, incluso obispados.
Estos pocos judíos obligaron a los prelados de la Iglesia a convertirse en sus benefactores. En medio de una subyugación personal casi universal, solo los judíos eran políticamente libres; en medio de la turbulencia y la guerra, solo ellos podían viajar con relativa seguridad y podían llevar mercadería valiosa a largas distancias. Cuando prácticamente todo hombre le debía a su superior servicios y tributos que constituían un sacrificio entre el 15 y el 50 por ciento de su tiempo que producía rédito, los judíos pagaban como impuestos solo una diminuta fracción de sus ingresos.
Organizaron comunidades que se gobernaban a sí mismas, desarrollaron instituciones supra comunales, impusieron ordenanzas a escala nacional, y emplearon una forma de organización de grupo y de gobierno de grupo de lo más eficiente y de lo más asombrosa, que le concedía a todo individuo ayuda efectiva y protección incluso cuando estuviera a cientos de millas de su casa. Instituyeron prácticas y procedimientos que les dieron gran poder y resistencia, capacitándolos para lidiar con los príncipes de la iglesia y el Estado desde una posición de fuerza, y creó para ellos oportunidades de un poderoso crecimiento económico y una gran expansión física.
Este poder se cimentaba en una obediencia sistemática y fiel a la Ley bíblica, a un sistema de justicia que mantenía a la comunidad en tiempos de dificultad y le daba un instrumento para hacerle frente a los asuntos internos y externos.
La vida en una comunidad quería decir vida en la ley de Dios. En estas condiciones la ciudad moderna, producto de los comerciantes judíos y sus comunidades, es una unidad sostenida por la ley, no por sangre, y mantenida esencialmente por justicia, y no por fuerza bruta. Estos tribunales judíos eran más bien tribunales sin estado, precursores de los tribunales medievales justos y el arbitraje moderno.
La influencia de Maimónides (Rabino Moisés ben Maimón, 1135-1204) en el pensamiento europeo descansa en esta orientación urbana de la vida y pensamiento judíos. Conforme la Europa medieval se volvía Europa urbana, miró a los padres de la vida humana.
Maimónides había codificado las aplicaciones judías de la ley bíblica a la vida urbana y comercial, y, como resultado, su influencia fue inevitable.
A Maimónides se le recuerda mejor por su influencia en la filosofía europea, por ayudar a introducir el aristotelianismo en el pensamiento europeo y en el judaísmo.
Los judíos de Provenza denunciaron sus obras filosóficas a la inquisición, que quemó sus escritos. Su compendio de la Ley bíblica, muy descuidado por los eruditos hoy, fue mucho más influyente en su día que incluso sus escritos filosóficos.
En una Europa intensamente interesada en la ley, con el desarrollo de ciudades y de estados nacionales, los estudios legales de Maimónides fueron importantes.
Debido a su lealtad común, con diferencias, a la ley bíblica, los cristianos y los judíos estaban muy cerca en sus relaciones entonces, así como también con mucha hostilidad a veces. La naturaleza bíblica de los estudios legales de Maimónides los hizo influyentes21.
Otra fuente mediante la cual la Ley bíblica ha ejercido una influencia principal en la civilización occidental ha sido la ley común. Sean cuales sean las costumbres locales, o elementos de la ley «romana», que existieran en ella, la ley común es esencialmente Ley bíblica. «La ley común era ley cristiana»22. Como Keeton notó:
«Los jueces de eras anteriores hablaban con una certeza que se derivaba de su convicción de que la ley común era una expresión de la doctrina cristiana, que nadie cuestionaba»23. Al tratar de eliminar la ley bíblica de la civilización occidental, los eruditos con esmero han colado hatos enteros de camellos en busca de mosquitos.
La importancia del diezmo en el desarrollo de la civilización occidental merece estudio, pero al presente no es posible un análisis de esta parte. Hay indicaciones, sin embargo, de que el diezmo fue básico para las reformas sociales y eclesiásticas, para la educación y la beneficencia, y que el diezmo fue un factor principal en los cambios y progresos sociales.
Algunos puritanos ingleses no estaban contentos del todo con la forma establecida del diezmo como parte de un establecimiento estancado, pero el hecho de que voluntariamente dieron diezmos y ofrendas fue responsable por la extensiva reformulación de la sociedad inglesa.
En los Estados Unidos de América, especialmente en Nueva Inglaterra, como parte del conservadurismo cristiano, del respeto al pasado y el radicalismo, el retorno a la raíz de los asuntos, por los peregrinos y puritanos, como también por otros colonos, había una adopción autoconsciente de la ley bíblica. La actitud la resumió mejor John Cotton en sus Moses His Judicials, cuando observó: «Mientras más la ley huele a hombre, más inútil».
Significativamente, cuando Massachusetts en 1641 enmarcó sus leyes en términos de la interpretación inglesa y puritana de la ley bíblica, ese documento se llamó Body of Liberties [Cuerpo de libertades]. Dios, que llamó al hombre a servirle por la ley había hecho de esa ley la carta de libertad del hombre.
Los puritanos tomaron muy literalmente las palabras de Isaías 33: 22, que, como las citaban, decían: «Jehová es nuestro Juez, Jehová es nuestro Legislador, Jehová es nuestro Rey; Él nos salvará». El anterior sumario de la ley, de Cotton, había sido teórico; el Body of Liberties era bíblico en perspectiva, pero se aplicaba directamente a los problemas de la Colonia y de aquí que era un código práctico que se ocupaba de asuntos inmediatos.
Los eruditos a veces tienden a subestimar la fidelidad a las Escrituras de las leyes de Massachusetts, y Powers, que a veces da muestras de eso, con todo provee abundante evidencia del carácter bíblico de la ley. Un Comité de la Corte General repudió el «Código judío» en 1851, pero es obvio que había estado vigente antes.
Cuando los legisladores pasaron a aspectos no cubiertos por la ley bíblica, lo hicieron «según las Reglas más Generales de Justicia», como lo dicen claramente las Leyes de la Colonia de New Haven:
Este Tribunal enmarca, primero con todo cuidado y diligencia de tiempo en tiempo proveer para el mantenimiento de la pureza de la religión, y suprimir lo contrario, Según su mejor Luz, y direcciones de la Palabra de Dios.
1. Sal 2: 10, 11, 12; 1ª Ti 2: 2.
En segundo lugar, aunque humildemente reconocen que el poder Supremo de hacer leyes, o de repelerlas, le pertenece solo a Dios y que por Él este poder es dado a Jesucristo como mediador, Mt 28: 19, Jn 5: 22, y que estas leyes para santidad y justicia ya están hechas, y se nos dan en las Escrituras, que en cuestiones morales, o de equidad moral, no las puede alterar el poder humano, ni autoridad, Moisés solo le mostró a Israel las leyes, y estatutos de Dios, y el sanedrín, el tribunal más alto entre los judíos, debía acatar esas leyes.
Sin embargo los gobernadores civiles, y tribunales, y este Tribunal General en particular (siendo constituido por hombres libres como antes) son los ministros de Dios para el bien del pueblo, y tienen poder para declarar, publicar y establecer, para las plantaciones dentro de su jurisdicción, las leyes que ha hecho, o que haga, y repeler órdenes por asuntos menores, no particularmente determinados en las Escrituras, Según las Reglas más Generales de Justicia, y mientras estas estén vigentes, requerir la debida ejecución de las mismas.
2. Is 33: 22, Dt 5: 8 Dt 17: 11, Ro 13: 4 28
Precisamente porque los abogados, tribunales y eruditos de hoy por lo general son humanistas radicales y anticristianos, hay por lo común una hostilidad hacia todo reconocimiento de la naturaleza bíblica de la herencia legal de la civilización occidental. Por el contrario, el esfuerzo es desmantelar esa estructura legal y reemplazarla con una ley humanista.
Tal desafío no es nuevo. Se ha intentado repetidas veces a través de los siglos, y uno de esos esfuerzos culminó en la tiranía del Renacimiento. La fuerza de la ley bíblica entonces ha ido menguando. Algunos aspectos de esa ley han retenido mayor fuerza que otros. La ley penal ha sido en gran medida producto de las exigencias bíblicas. Las observancias dietéticas muy continuamente han perdido su fuerza en la mayoría de aspectos en cuanto tiene que ver con el cerdo y los mariscos, y la carne de caballo en Francia, aunque retiene su fuerza para algunos.
La conversión afecta menos fácilmente la dieta que otros aspectos de la vida de las personas, debido a que la dieta está por lo general íntimamente ligada a las limitaciones económicas de una sociedad. Todavía más, con el paso de los siglos, la fidelidad más estricta de los judíos tiende a condenar las leyes dietéticas conforme surgen los sentimientos anti judíos.
A diferencia de los bárbaros convertidos al cristianismo, las comunidades judías representaban un nivel moral y cultural más alto.
Se debe recordar que los sajones, por ejemplo, practicaron el sacrificio humano hasta que, después de veinte años de guerra, Carlomagno los derrotó y los obligó a bautizarse en 782 a fin de romper el vínculo con las prácticas paganas repulsivas.
Solo mediante la colocación de los sajones bajo el signo del Dios de las Escrituras, cuya ira se manifestaría contra los que practicaban tales ritos como el sacrificio humano, se hizo una ruptura con el pasado. Su conversión forzosa abrió a los sajones y a otros pueblos a la civilización, pero su nivel de logro estuvo claramente por debajo del de los judíos por algunos siglos.

POCAS COSAS DETESTA MÁS LA GENTE QUE LA SUPERIORIDAD DE OTROS.

Las hostilidades, pues, eran reales. De nada ayudaba el hecho de que los judíos, como comerciantes, a menudo traficaban con esclavos cristianos. (Como dueños de esclavos, los judíos eran vulnerables, pues, por ley, un esclavo propiedad de un judío ganaba su libertad si se hacía cristiano).
La hostilidad hacia los judíos se volvió hostilidad en muchos casos a las leyes kosher, y muchos a veces se deleitaron tratando de hacer ritualmente impuros los vinos judíos. La falta de un conocimiento de las Escrituras debido al analfabetismo promovió la división y agravó la ignorancia de muchas ordenanzas bíblicas.
Además, con el paso del tiempo la interpretación de algunas leyes se volvió eclesiástica en vez de social. Por ejemplo, el sabbat, muy claramente ordenado para reposo, llegó cada vez más a querer decir adoración y la iglesia; una aplicación secundaria llegó a ser el énfasis y significado primarios. El requisito del descanso, un descanso en el Señor, es todavía crucial en las Escrituras.
Quiere decir reposo para el hombre, sus animales de trabajo y la tierra; en este sentido, las iglesias sabáticas más estrictas delinquen en su observancia del sabbat. La ley del sabbat todavía es necesaria para el hombre, como también toda la ley, y su observancia es obligatoria para la salud de la sociedad. La iglesia, que en un aspecto tras otro ha ido abandonando la Ley de Dios, o la ha reducido a un interés puramente eclesiástico o moral, ha llevado a la sociedad a su abandono. John Cotton tenía razón:
«Mientras más una ley huele a hombre, más inútil». La ley humanista ha conducido al caos y a la crisis social. Es tiempo de volver de nuevo con los puritanos a las palabras de Isaías 33:22: «El SEÑOR es nuestro Juez, el SEÑOR es nuestro Legislador, el SEÑOR es nuestro Rey; él nos salvará».
El hombre humanista busca salvación del hombre, a veces mediante la política y el estado, y otras veces mediante el anarquismo. Pero el anarquismo conduce al colapso social y la guerra, y el estado, que refleja el pecado del hombre, solo puede complicarlo.
El padre Francis Edward Nugent ha citado, siguiendo a Fulton Lewis (nieto), la corrupción de los miembros del Congreso, y ha añadido:
Las legislaturas estatales no están menos abiertas a lo bajo y corrupto; considere a la desdichada New Hampshire en donde la Cámara de Representantes actual incluye a un hombre al que se le declaró culpable de usar el correo para defraudar, otro que fue detenido por robarse una ambulancia mientras estaba bajo la influencia del licor y un tercero al que se le declaró culpable de violación estatutaria de una muchacha de 15 años mentalmente retardada.
Por supuesto, con la declinación creciente de la moralidad pública y privada, ningún arreglo de hombres o instituciones políticas puede traer alivio. La maldad está primordialmente en el hombre, y en sus instituciones y medio ambiente en tanto y en cuanto reflejan su naturaleza. El Rabsaces tenía razón con referencia a Egipto: «He aquí que confías en este báculo de caña cascada, en Egipto, en el cual si alguno se apoyare, se le entrará por la mano y la traspasará.

Tal es Faraón rey de Egipto para todos los que en él confían» (2ª R 18: 21). El futuro no está en las políticas de manos perforadas sino en el Dios soberano y trino y su ley absoluta.