INTRODUCCIÓN
Un propósito fundamental del plan
de Dios para el hombre y la tierra es el establecimiento de su paz. Esta paz a
menudo se describe simbólicamente como una paz no solo con Dios, sino entre los
hombres, y entre el hombre y la naturaleza.
Se nos dice:
Morará el lobo con el cordero, y
el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia
doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará.
La vaca y la osa pacerán, sus
crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho
jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre
la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque
la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar
(Is 11: 6-9).
Otro símbolo igualmente familiar
tiene que ver con la vid y la higuera. Ambos son símbolos no solo de paz, sino
también de fertilidad y prosperidad. Los hallamos repetidas veces en las
Escrituras (2ª R 18: 31; Is 36: 16), pero sus enunciados más conocidos son los
siguientes:
Y él juzgará entre muchos
pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus
espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra
nación, ni se ensayarán más para la guerra.
Y se sentará cada uno debajo de
su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca
de Jehová de los ejércitos lo ha hablado (Miq 4: 3, 4).
Y Judá e Israel vivían seguros,
cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba,
todos los días de Salomón (1 R 4:25).
En aquel día, dice Jehová de los
ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y
debajo de su higuera (Zac 3:10).
De éstos, Miqueas 4:3, 4 y
Zacarías 3:10 son profecías mesiánicas que describen la culminación del reinado
del Mesías.
Jesús se refirió a sí mismo como
la fuente de esta paz, como la vid verdadera, declarando: «Yo soy la vid
verdadera» (Jn 15: 1). Más directamente, dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy;
yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga
miedo» (Jn 14: 27). Cuando Jesús maldijo a la higuera (Mt 21: 19; Mr 11: 13,
14), fue la paz de Israel la que maldijo Él, que es la paz verdadera.
Antes de la caída, no solo el
hombre moraba en paz en el Edén, sino la tierra también, y los animales. Esa
paz la quebrantó del hombre, y ahora, San Pablo declara: «toda la creación»
espera fervientemente la liberación y restauración que se hará por Cristo y los
hijos de Dios (Ro 8: 19-23).
La restauración de esa paz
empieza con la restauración del hombre a la vida por la obra regeneradora de
Jesucristo. El hombre es entonces una nueva creación (Moffatt, 2ª Co 5: 14 [en
inglés]; «Hay una nueva creación dondequiera que un hombre pasa a estar en
Cristo; lo viejo ha pasado, lo nuevo ha llegado»).
El concepto de la paz que es
herencia de todo hombre en Cristo es parte de la doctrina del sabbat, del
reposo del hombre en su Señor. Se requiere que a la misma tierra se le den su
reposo y su paz, porque la tierra es del Señor.
Este concepto de la paz tuvo una
profunda influencia en la ley. El comentario de Keeton sobre la doctrina
medieval de la paz en Inglaterra es muy instructivo:
Otro factor de importancia que
influyó en el crecimiento de la ley criminal en el primer siglo después de la
conquista fue el concepto de la paz del rey. En la ley sajona todo hombre libre
tiene una paz. También la tenía la Iglesia, y la paz de Dios gobernaba todos
los días santos. Por la ruptura de la paz de una persona, por ej., por la
comisión de un crimen en ella, se debe pagar compensación, así como también
compensación a la víctima y sus parientes.
Por sobre todas las demás paces
estaba la del rey, e incluso en tiempos sajones, oímos de los esfuerzos hechos
por reyes fuertes para preservarla, especialmente en «la carretera del rey». En
las manos de los administradores reales después de la Conquista esto demostró
ser un concepto dinámico, y, como Maitland una vez lo expresó, a la larga la
paz del rey se tragó la paz de todos los demás.
Esto sucedió de dos maneras.
Gradualmente los pagos en dinero respecto a la ruptura de la paz de otras
personas dejaron de imponerse, en tanto que el concepto de la paz del rey se
extendió a todo el reino. Todo delito serio se convirtió en un quebrantamiento de
la paz del rey, o una felonía. Ya en tiempos de Bracton, en el siglo 13, se
había vuelto forma común imponerle a un acusado en los términos siguientes:
«Por cuanto el susodicho B estaba en la paz de Dios y de nuestro señor el Rey,
vino el susodicho N delincuentemente como delincuente», etc. Incluso hoy a una
persona acusada de un delito se le acusa de que «de manera delincuente y
contraria a la paz de nuestra Señora soberana, la Reina», etc.
Era una característica de los
delincuentes que se habían puesto fuera de la paz del rey, por lo que la mano
de todo hombre estaba contra ellos. Es más, la paz del rey al principio se
concibió como que existía mientras el rey viviera.
La declaración de Maitland está
bien dicha: «A la larga la paz del rey se tragó la paz de todos los demás». Se veía la paz no como parte del orden de
Dios, sino como un producto de
la vida del estado. La diferencia entre estas dos perspectivas
difícilmente se puede exagerar.
El significado de la palabra paz en hebreo es revelador de su
significado bíblico.
Según Brown:
PAZ, traducción en el AT del heb.
Shalom (de la raíz «estar
completo», «completamiento», «solidez», y de ahí, salud, bienestar,
prosperidad; más particularmente, paz como opuesta a la guerra, concordia como
opuesta al conflicto.
El significado fundamental de shalom es prosperidad, bienestar,
bien de cualquier clase, un significado que reaparece en el gr. Eirene. En el sentido primario de
prosperidad, la paz es una bendición de la cual solo Dios es el autor (Is
45:7).
Entre las bendiciones que Israel
espera en el tiempo mesiánico ninguna se recalca más que la paz.
El NT coincide con el AT en el
concepto de paz como característica del tiempo mesiánico (Lc 1: 79; 2:14; 19: 38;
Hch 10: 36). En este sentido probablemente se debe entender el saludo de los
discípulos en su viaje misionero (Mt 10: 12, 13; Lc 10:5, 6). Al evangelio del
Mesías expresamente se le llama evangelio de la paz (Ef 6:15; Hch 10:36). Jesucristo
mismo es el gran Pacificador.
CARACTERÍSTICA DEL NT ES EL CONCEPTO
DE LA PAZ COMO POSESIÓN PRESENTE DEL CRISTIANO.
En el sentido bíblico, paz es ese
orden y prosperidad que fluyen de la reconciliación con Dios y una restauración
a la vida bajo Dios. La vida en el Edén se caracterizó por paz con Dios y por
consiguiente paz con el hombre, dentro del hombre, y con la naturaleza y dentro
de la naturaleza.
La vida en Cristo significa la
restauración progresiva de esa paz conforme el hombre crece en Cristo y pone al
mundo bajo su dominio. La fuente de paz es la regeneración del hombre en
Cristo; es más que el cese de hostilidades; es el crecimiento de la comunión y
también la realización como persona en Cristo.
La paz estatal es en el mejor de
los casos la ausencia de hostilidades y la supresión de actividades delictivas.
Debido a que el estado no puede regenerar al hombre, no puede establecer ni
siquiera esta forma limitada de paz. El poder del Estado es en esencia el poder
de la espada. El estado puede ordenar que los hombres se amen y vivan en paz,
pero sus medidas represivas solo añaden otro elemento de hostilidad a la
situación.
El estado, además, en sus
esfuerzos por imponer una paz represiva y armada entre sus ciudadanos, destruye
la paz de esos ciudadanos, puesto que usurpa la paz de Dios y la libertad de
los hombres libres. El estado puede solo ser un instrumento para la paz cuando
es un instrumento de Dios y un ministro de Cristo.
Sus esfuerzos entonces están
limitados a su propio ámbito, para ser ministro de justicia.
Claramente la paz como prosperidad y bienestar está
muy estrechamente relacionada con salvación,
victoria y salud. El cuadro de la paz en que todo hombre está debajo de
su vid y debajo de su higuera es de prosperidad, seguridad, contentamiento y
alegría.
La paz y la salvación son, por
tanto, conceptos centrados en Dios, que equivale a la realización personal del
hombre. Como Dios es el autor y creador de todas las cosas, no puede haber
satisfacción para el hombre aparte de Él. Por consiguiente «los impíos son como
el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y
lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos» (Is 57: 20, 21).
ESTA PAZ, SIN EMBARGO, ES MÁS QUE
AUSENCIA DE HOSTILIDADES; ES PAZ CON DIOS.
Paz con Dios quiere decir guerra
con los enemigos de Dios. Cristo dejó en claro que la lealtad a él implicaba
una espada de división (Mt 10: 34-36). En un mundo pecador, algo de guerra es
ineludible. El hombre debe, por consiguiente, escoger sus enemigos: ¿Dios o el
hombre pecador? Si un hombre está en paz con los hombres pecadores, está en
guerra con Dios. La paz en un sector quiere decir guerra en otro. Solo Dios,
sin embargo, puede dar paz interna ahora, y, finalmente, paz mundial mediante
su ley soberana (Miq 4: 2).
NOTAS SOBRE LA LEY DE LA SOCIEDAD
OCCIDENTAL
En los cánones de la Iglesia
Primitiva, la importancia de la ley bíblica es bien evidente.
Las iglesias claramente sentían
que la ley bíblica era obligatoria para los creyentes.
No todas fueron tan lejos ni tan
literales como la iglesia de Armenia, en la cual en esos días y por siglos
después, «solo se nombraba a las órdenes clericales a los que eran de
descendencia sacerdotal (siguiendo en esto las costumbres judías)». Esta práctica
fue condenada por el canon XXIII en el Concilio Quini sexto (o Concilio Trullano)
en 6921.
El canon XCIX del mismo concilio
se refería también al hecho de que «ciertas personas hierven pedazos de carne
dentro del santuario y ofrecen porciones a los sacerdotes, repartiéndolas según
la costumbre judía». Estrabón hace un relato de una costumbre similar en
Occidente en el siglo 92. Pero eso no es todo.
La iglesia de Armenia tenía
sacrificios animales según la ley del Antiguo Testamento, continuándolos por
mucho tiempo después de que los judíos los abandonaron, hasta bien entrado el
mismo siglo 20. Esto tenía lugar a la puerta de la iglesia y eran ofrendas
voluntarias al Señor que conmemoraban los sacrificios del Antiguo Testamento, y
dados como resultado de votos hechos al Señor o como parte de una oración. Los
animales tenían que ser levíticamente aceptables de un año, y libres de todo
defecto según la ley. La oración dice en parte como sigue:
Porque por medio de tu bendito
profeta Moisés ordenaste a tu pueblo de Israel que te ofreciera estos sacrificios,
de los rebaños y ovejas y otros animales puros, trayéndolos a la puerta de la
carpa del testimonio, a los sacerdotes levitas, que pondrían sus manos sobre
ellos y derramarían su sangre en tu altar santo, oh Señor; y por ello los
pecados fueron expiados y se concedían las peticiones.
Sin embargo en todo esto
prefiguraste, como en sombra, las cosas por venir, esa verdadera salvación que
en tu gracia nos has dado por tu venida al mundo. Porque tú mismo, Señor todo
misericordioso y benevolente, por medio de tu Espíritu previsor declaraste por
el profeta: no aceptaré la gordura de tus carneros; ofrece un sacrificio de
alabanza a Dios, y con mente dispuesta preséntale al Señor una víctima sin
sangre. Porque, ¿no se dice: El sacrificio de Dios es un espíritu afligido, y
al espíritu humilde Dios no desprecia?
Así, ahora que hemos pecado y
somos indignos, humildes de corazón nos postramos delante de tu compasión
infinita; y suplicamos tu abundante amor por la humanidad y misericordia, y la
indeclinable promesa que has hecho a tus amados, nuestros padres.
Condesciende, oh Señor, a esta
nuestra ofrenda, y acéptala de nuestras manos; así como lo hiciste con los
holocaustos de corderos y becerros, y como lo hiciste con las innumerables
ofrendas de corderos engordados.
Con gracia concede nuestras
peticiones, para que no seamos burla de nuestros enemigos, sino más bien nos
regocijemos en tu salvación. Porque si pesas todas las montañas y las llanuras
con tu mirada, y tienes el cielo y la tierra en el hueco de tu mano, y te
sientas en lo alto de las alturas en el trono de los querubines, y los abismos
no esconden de ti, y todos los animales de cuatro patas y todo lo que tiene el
aliento de vida no te basta para el holocausto.
¿Cómo nos vamos a atrever a
presumir delante de ti y a ofrecer sacrificio?
LA IGLESIA GRIEGA TAMBIÉN TENÍA
ORACIONES POR LOS SACRIFICIOS DE ANIMALES.
Las regulaciones levíticas
respecto al sacerdocio también se aplicaban al clero en la iglesia, y Levítico
21:17-23 se obedecía con cuidado. Puesto que los eunucos estaban excluidos del
ministerio, se produjo un problema cuando Roma o los bárbaros castraron al
clero para destruir la validez de su ordenación.
El Concilio de Nicea en el 318
declaró que «los castrados por los bárbaros» podían «permanecer entre el clero»,
en vista de las circunstancias de su defecto5. El Concilio de Ancira en 314, canon
XI, tuvo que considerar los casos de vírgenes comprometidas que habían sido violadas;
en tales casos, no se adscribía defecto a la muchacha. La epístola canónica de
San Gregorio Taumaturgo hizo un punto similar en el primer canon.
Ancira, en el canon XXI, trató
severamente del aborto (diez años de penitencia); se excomulgó a los travestis;
se citaron repetidas veces varias transgresiones sexuales como causa de la
excomunión vitalicia (puesto que la iglesia no tenía poder para imponer la pena
de muerte); y se trató del asesinato, la adivinación, la adoración de ángeles,
la herejía y otros asuntos en términos de la ley bíblica, hasta donde podía ir
la iglesia.
La restitución fue básica para la
ley canónica y la penitencia. Las Constituciones Apostólicas la citan en el
canon LXXII, como también San Gregorio Taumaturgo en su epístola canónica,
canon VIII. Los cánones y regulaciones respecto al sabbat son de interés
especial. Timoteo, obispo de Alejandría, requería que el hombre y su esposa se
abstuvieran «del acto conyugal el sábado, y el Día del Señor; porque en esos
días se ofrece el sacrificio espiritual». Esto era en términos de Éxodo 19:15 y
estaba destinado a separar de la adoración todo elemento del culto a la
fertilidad.
Los cristianos no siempre podían
descansar en el Día del Señor, el sabbat cristiano, y la necesidad era así una excusa
legítima; sin embargo, respetar el sábado judío estaba prohibido:
Los cristianos no deben judaizar
descansando el sabbat, sino que deben trabajar en ese día, y más bien honrar el
Día del Señor; y, si pueden, descansar entonces como cristianos. Pero si se
hallara que alguno es judaizante, que sean anatema de Cristo.
Debido a que el Día del Señor era
un tiempo de descanso y alegría, ayunar el domingo se condenaba y requería
excomunión. El mismo concilio, Gangra, condenó a los que condenaban el
matrimonio (Canon I); condenó el vegetarianismo (Canon II); condenó a los que
se separaban de un clérigo casado (Canon IV); y cosas por el estilo.
ES OBVIO QUE LA IGLESIA PRIMITIVA
OBEDECÍA LA LEY BÍBLICA.
Esto no es decir que su
obediencia fuera de ninguna manera perfecta. Las costumbres a veces
sobreseyeron la Ley. La primera epístola canónica de Basilio, arzobispo de
Cesarea en Capadocia, a Anfiloquio, obispo de Iconio, tomó nota de esto en el
Canon IX:
Nuestro Señor también, al hombre
y a la mujer les prohibió el divorcio, excepto en caso de fornicación; pero la
costumbre requiere que las mujeres retengan a sus esposos, aunque estos sean
culpables de fornicación.
No había, sin embargo, falta de
aplicación inteligente de la ley. Por ejemplo, los Cánones XXXIII y LII de
Basilio declaraban que el descuido de los hijos que provocara muerte era
asesinato.
La iglesia, pues, estuvo
consciente de la centralidad de la ley bíblica para la fe cristiana, y su ley
canónica era la aplicación de la regla de esa ley a los problemas de la vida.
La iglesia, sin embargo, estaba dentro del marco de trabajo del Imperio Romano
y la ley romana. Es necesario citar brevemente algunos aspectos de las interpretaciones
de la ley romana dentro del contexto de la fe cristiana.
Roma había alcanzado una
centralización y simplificación excesiva del control de los hombres que había
empezado a inmiscuirse y destruir el orden social. C.
Dickerman Williams ha dicho, del
período del Código Teodosiano (313-468),
El Código Teodosiano y sus
Novelas tienen que ver con un período de la historia muy parecido al nuestro en
muchos de sus problemas. Pero en ese día ya no era posible intentar resolver
los problemas mediante una mayor centralización u oficialidad. Al tiempo del
edicto más temprano que se incluyó en el código, la centralización de la
sociedad ya no podía avanzar más debido a que estaba completa.
Un área que para sus habitantes
era el mundo entero había sido fundida en una sola organización. Las
actividades sociales, económicas y religiosas las administraba o controlaba
rígidamente el estado.
La autoridad del emperador era
incuestionable. Los edictos compilados por el Código Teodosiano y sus Novelas
representan los esfuerzos a menudo desesperados para hacer que el sistema
funcionara. Pero durante aquellos años la tendencia a la desintegración era
irresistible. Las imposiciones destinadas a mantener unida la organización
fracasaron. Dentro de apenas pocos años después del último de los edictos, el
imperio se había destrozado en mil fragmentos.
A diferencia de la nuestra, esa
era fue de desintegración, aunque una desintegración casi involuntaria.
El agotamiento, espiritual y
físico, estaba destruyendo al Imperio. La centralización del poder agravaba la
irresponsabilidad básica que había conducido a la destrucción de los recursos.
Williams del nuevo da en el clavo en su comentario:
En ese entonces el problema del
Imperio era escasez: escasez de grano, de materiales, y de hombres. Por toda la
cuenca del Mediterráneo la agricultura había estado operando para aprovisionar
a las distantes amantes del mundo.
Las recompensas para el
consumidor habían sido demasiado atractivas; para el productor, insuficientes.
Las tierras, especialmente en Italia, habían quedado sin cultivarse. Regiones
enteras de África de las cuales Roma había derivado granos y carne por siglos
se habían vuelto desiertos. España y otros países habían sido deforestados para
proveer leña para los baños públicos de Roma.
«La decadencia del Imperio Romano
es un relato de deforestación, agotamiento del suelo y erosión. De España a
Palestina no quedan bosques en el litoral mediterráneo, la región es
pronunciadamente árida en lugar de tener el carácter abrigado, húmedo, de las
tierras cubiertas de bosques, y la mayoría de su rico suelo de cultivo
anteriormente abundante se halla en el fondo del mar» (White and Jacks, Vanishing Lands, p. 8).
Hoy está de moda en algunos
sectores mofarse de las advertencias ocasionales de agotamiento de los recursos
naturales. Tal veleidad no encontraría eco en las cortes de los últimos
emperadores.
Los emperadores eran impotentes
para invertir la tendencia. El poder se había centralizado, y el Imperio ahora
estaba en manos del Emperador y su burocracia, que no podían ni siquiera
empezar a vérselas con los problemas en la base, que era donde estaban la
mayoría de los problemas. «La gerencia de la gigantesca maquinaria administrativa
estaba por encima de su capacidad».
Después de cierto punto de
centralización, una burocracia se vuelve ajena a la realidad; está muy atareada
gerenciando la gerencia y gobernando la maquinaria de poder. «Lo maravilloso es
que la integridad territorial del imperio se conservara tanto tiempo».
Después de cierto punto la
burocracia también se vuelve caníbal.
Los Emperadores dependían del
apoyo político del proletariado urbano, especialmente del de la ciudad de Roma,
y de la burocracia civil y militar. Para mantener ese respaldo, fue necesario
favorecer a los elementos consumidores de la población, especialmente en contra
de los productores rurales. El efecto de esa política fue desalentar la
producción y tentar a los agricultores a mudarse a las ciudades.
El Código y las Novelas muestran
que con el fin de conseguir provisiones para los moradores de la ciudad y el
personal del gobierno, fue necesario adoptar medidas rigurosas tales como la
servidumbre rural e impuestos pagaderos en especie. La imposición de tales
medidas requería un hipertrofiado aparato estatal de administración y
represión, lo que a su vez apartó más y más hombres de la producción.
Los hostigados agricultores, continuamente
presionados a cumplir sus cuotas de provisiones, solo podían dar poca atención
a la preservación del suelo y los bosques. Su deterioro consiguiente acentuó
las dificultades de producción. La maquinaria estatal finalmente se volvió tan
compleja que llegó a ser inmanejable.
Como resultado, fue posible que
las tribus ambulantes de bárbaros hicieran caer a Roma. El imperio se había
desintegrado debido a su decadencia interna.
La desintegración de la ley
romana fue igualmente real. El código teodosiano muestra las influencias del
cristianismo, pero seguía siendo ley romana. Al analizar las leyes del
matrimonio hemos notado la cristianización radical de la ley romana bajo
Justiniano I (c. 482-565) en el
Corpus Juris Civilis. La ley
romana continuó en su desarrollo, pero se volvió progresivamente una expresión
de la ley bíblica. Los Institutos
de Justiniano (que con el Digesto, el Código y las Novelas, formaban parte del Corpus Juris Civilis) refleja muy
bien lo que se llama «ley natural», pero ese concepto ahora estaba llegando a ser
diferente del que la ley romana había conocido.
La ley natural, lo mismo en manos
de juristas, eruditos o deístas, era en esencia una doctrina antitrinitaria,
pero seguía siendo más cristiana que romana. La ley natural llegó a ser una
forma de herejía cristiana y adscribió a la naturaleza poderes legislativos y
leyes absolutas que es obvio que se tomaron prestadas del Dios de las
Escrituras.
Así, tanto la ley romana como la
ley natural llegaron a estar tan completamente cristianizadas con los siglos
que ningún romano las hubiera reconocido. Incluso en donde se retuvo el fraseo
de las antiguas leyes romanas, un nuevo contenido e interpretación hacían del
significado antiguo algo remoto y vacío.
Lo mismo es válido para las leyes
paganas. Claramente, muchas leyes paganas sobrevivieron y matizaron los códigos
legales occidentales, pero de nuevo que estuvieron sujetos a una alteración
radical en la mayoría de casos. Todavía más, se debe notar que un defecto muy
real de los eruditos ha sido su ignorancia de la ley bíblica. Como resultado,
se ha llamado pagano mucho que en realidad era bíblico.
En un libro fuente de un erudito
de Harvard sobre historia medieval, se nos dice, respecto a Alfredo el Grande
de Inglaterra en el siglo :
Estas son unas pocas leyes características
que Alfredo incluyó en el código y que él derivó de las bases de viejas
costumbres y las leyes de algunos de los reyes sajones previos.
Si alguno golpea a su prójimo con
una piedra, o con el puño, y con todo puede salir con un bordón, que le lleve a
un médico y que haga su trabajo todo el tiempo que él mismo no pueda.
Si un buey acornea a un hombre o
a una mujer, y mueren, que sea apedreado, y que no se coma su carne. El dueño
no será culpable si el buey no era dado a atacar con sus cuernos por dos o tres
días antes, y él no lo sabía; pero si lo sabía, y no lo encerró, y mata a un
hombre o a una mujer, que se lo apedreen; y que se mate al dueño, o que a la
persona muerta se le pague, según el «concilio asesor» decrete que es justo.
No lastimes a las viudas ni a los
hijastros, ni les hagas ningún daño; porque si lo haces ellos clamarán a mí y
yo lo oiré, y te mataré con mi espada; y haré que tus esposas queden viudas, y
sus hijos sean hijastros.
Si un hombre le saca el ojo a
otro, que le pague sesenta y seis chelines y seis peniques, y una tercera parte
de penique, como «bot» [compensación que se pagaba a la persona herida]. Si
queda en la cabeza, y no puede ver nada con él, que sea un tercio del «bot» que
se pague.
Si un hombre le saca a otro un
diente del frente de su cabeza, que le dé «bot» por él con ocho chelines; si
fue un canino, que sean cuatro chelines los que se paguen como «bot». El molar
de un hombre vale quince chelines. Si se le corta el dedo con que se dispara,
el «bot» es de quince chelines; por su uña es cuatro chelines.
Si un hombre mutila la mano de
otro hombre, que le pague veinte chelines como «bot», si se puede curar; si se
la cercena por la mitad, entonces se pagarán cuarenta chelines como «bot».
ESTAS SON, CLARO, LEYES BÍBLICAS
ADAPTADAS A LAS MONEDAS Y AMBIENTE INGLESES.
La ley bíblica desempeñó un papel
central en la forja de la civilización occidental al entrar en la sociedad
incluso de otra fuente: los judíos de Europa. Desdichadamente, la historia de
los judíos, según suele informarse, tiende a recalcar sus sufrimientos antes
que sus logros. Esta es una preocupación desdichada que caracteriza a muchos
otros pueblos capaces, pero no es una buena manera de hacer historia, sea que
la hagan los judíos, los armenios, los polacos, los franceses, los pobladores
del sur de los EE.UU. o cualquier otro.
La civilización occidental tiene
una gran deuda con la cultura de sus pueblos y ciudades. Los pueblos y ciudades
fueron productos de los mercaderes y sus comunidades, y estos en su gran
mayoría eran judíos. La ley comercial y la ley urbana, por tanto, tuvieron sus
orígenes en las comunidades judías y su intensa devoción a la ley bíblica. En
tanto algunos sirios o fenicios continuaron en la era cristiana como mercaderes
en Europa, como comerciantes cristianos, cada vez más el papel principal lo
desempeñaron los judíos.
La influencia de los judíos en
sus imitadores cristianos en el ámbito comercial fue vasta. Su poder también
fue muy grande. En una obra de gran importancia, Irving A. Agus ha escrito:
Además, fue en los siglos que
precedieron a las Cruzadas que este asombroso grupo desempeñó el papel más
heroico en el noroeste de Europa. Los pocos miles de judíos que constituyeron
este grupo en el período anterior a las Cruzadas eran tan poderosos que
inclinaban a los gobernantes de Europa a su antojo. Obligaron a estos
gobernantes a efectuar un cambio radical en la política básica de la Iglesia
hacia los judíos.
A estos últimos se les permitía practicar
su religión sin perturbarlos, emplear criados cristianos y a veces incluso
esclavos cristianos, tener cargos de autoridad sobre cristianos y administrar las
actividades financieras en estados grandes, incluso obispados.
Estos pocos judíos obligaron a
los prelados de la Iglesia a convertirse en sus benefactores. En medio de una
subyugación personal casi universal, solo los judíos eran políticamente libres;
en medio de la turbulencia y la guerra, solo ellos podían viajar con relativa
seguridad y podían llevar mercadería valiosa a largas distancias. Cuando
prácticamente todo hombre le debía a su superior servicios y tributos que
constituían un sacrificio entre el 15 y el 50 por ciento de su tiempo que
producía rédito, los judíos pagaban como impuestos solo una diminuta fracción
de sus ingresos.
Organizaron comunidades que se gobernaban
a sí mismas, desarrollaron instituciones supra comunales, impusieron ordenanzas
a escala nacional, y emplearon una forma de organización de grupo y de gobierno
de grupo de lo más eficiente y de lo más asombrosa, que le concedía a todo
individuo ayuda efectiva y protección incluso cuando estuviera a cientos de
millas de su casa. Instituyeron prácticas y procedimientos que les dieron gran
poder y resistencia, capacitándolos para lidiar con los príncipes de la iglesia
y el Estado desde una posición de fuerza, y creó para ellos oportunidades de un
poderoso crecimiento económico y una gran expansión física.
Este poder se cimentaba en una
obediencia sistemática y fiel a la Ley bíblica, a un sistema de justicia que
mantenía a la comunidad en tiempos de dificultad y le daba un instrumento para
hacerle frente a los asuntos internos y externos.
La vida en una comunidad quería
decir vida en la ley de Dios. En estas condiciones la ciudad moderna, producto
de los comerciantes judíos y sus comunidades, es una unidad sostenida por la
ley, no por sangre, y mantenida esencialmente por justicia, y no por fuerza
bruta. Estos tribunales judíos eran más bien tribunales sin estado, precursores de los tribunales medievales
justos y el arbitraje moderno.
La influencia de Maimónides
(Rabino Moisés ben Maimón, 1135-1204) en el pensamiento europeo descansa en
esta orientación urbana de la vida y pensamiento judíos. Conforme la Europa
medieval se volvía Europa urbana, miró a los padres de la vida humana.
Maimónides había codificado las
aplicaciones judías de la ley bíblica a la vida urbana y comercial, y, como
resultado, su influencia fue inevitable.
A Maimónides se le recuerda mejor
por su influencia en la filosofía europea, por ayudar a introducir el
aristotelianismo en el pensamiento europeo y en el judaísmo.
Los judíos de Provenza
denunciaron sus obras filosóficas a la inquisición, que quemó sus escritos. Su
compendio de la Ley bíblica, muy descuidado por los eruditos hoy, fue mucho más
influyente en su día que incluso sus escritos filosóficos.
En una Europa intensamente
interesada en la ley, con el desarrollo de ciudades y de estados nacionales,
los estudios legales de Maimónides fueron importantes.
Debido a su lealtad común, con diferencias,
a la ley bíblica, los cristianos y los judíos estaban muy cerca en sus
relaciones entonces, así como también con mucha hostilidad a veces. La
naturaleza bíblica de los estudios legales de Maimónides los hizo
influyentes21.
Otra fuente mediante la cual la
Ley bíblica ha ejercido una influencia principal en la civilización occidental
ha sido la ley común. Sean cuales sean las costumbres locales, o elementos de
la ley «romana», que existieran en ella, la ley común es esencialmente Ley
bíblica. «La ley común era ley cristiana»22. Como Keeton notó:
«Los jueces de eras anteriores
hablaban con una certeza que se derivaba de su convicción de que la ley común
era una expresión de la doctrina cristiana, que nadie cuestionaba»23. Al tratar
de eliminar la ley bíblica de la civilización occidental, los eruditos con
esmero han colado hatos enteros de camellos en busca de mosquitos.
La importancia del diezmo en el
desarrollo de la civilización occidental merece estudio, pero al presente no es
posible un análisis de esta parte. Hay indicaciones, sin embargo, de que el
diezmo fue básico para las reformas sociales y eclesiásticas, para la educación
y la beneficencia, y que el diezmo fue un factor principal en los cambios y
progresos sociales.
Algunos puritanos ingleses no
estaban contentos del todo con la forma establecida del diezmo como parte de un
establecimiento estancado, pero el hecho de que voluntariamente dieron diezmos
y ofrendas fue responsable por la extensiva reformulación de la sociedad
inglesa.
En los Estados Unidos de América,
especialmente en Nueva Inglaterra, como parte del conservadurismo cristiano,
del respeto al pasado y el radicalismo, el retorno a la raíz de los asuntos,
por los peregrinos y puritanos, como también por otros colonos, había una adopción
autoconsciente de la ley bíblica. La actitud la resumió mejor John Cotton en
sus Moses His Judicials, cuando
observó: «Mientras más la ley huele a hombre, más inútil».
Significativamente, cuando
Massachusetts en 1641 enmarcó sus leyes en términos de la interpretación
inglesa y puritana de la ley bíblica, ese documento se llamó Body of Liberties [Cuerpo de libertades]. Dios, que
llamó al hombre a servirle por la ley había hecho de esa ley la carta de
libertad del hombre.
Los puritanos tomaron muy literalmente
las palabras de Isaías 33: 22, que, como las citaban, decían: «Jehová es
nuestro Juez, Jehová es nuestro Legislador, Jehová es nuestro Rey; Él nos
salvará». El anterior sumario de la ley, de Cotton, había sido teórico; el Body of Liberties era bíblico en
perspectiva, pero se aplicaba directamente a los problemas de la Colonia y de
aquí que era un código práctico que se ocupaba de asuntos inmediatos.
Los eruditos a veces tienden a
subestimar la fidelidad a las Escrituras de las leyes de Massachusetts, y
Powers, que a veces da muestras de eso, con todo provee abundante evidencia del
carácter bíblico de la ley. Un Comité de la Corte General repudió el «Código
judío» en 1851, pero es obvio que había estado vigente antes.
Cuando los legisladores pasaron a
aspectos no cubiertos por la ley bíblica, lo hicieron «según las Reglas más
Generales de Justicia», como lo dicen claramente las Leyes de la Colonia de New
Haven:
Este Tribunal enmarca, primero
con todo cuidado y diligencia de tiempo en tiempo proveer para el mantenimiento
de la pureza de la religión, y suprimir lo contrario, Según su mejor Luz, y
direcciones de la Palabra de Dios.
1. Sal 2: 10, 11, 12; 1ª Ti 2: 2.
En segundo lugar, aunque
humildemente reconocen que el poder Supremo de hacer leyes, o de repelerlas, le
pertenece solo a Dios y que por Él este poder es dado a Jesucristo como mediador,
Mt 28: 19, Jn 5: 22, y que estas leyes para santidad y justicia ya están
hechas, y se nos dan en las Escrituras, que en cuestiones morales, o de equidad
moral, no las puede alterar el poder humano, ni autoridad, Moisés solo le mostró a Israel las leyes, y estatutos de
Dios, y el sanedrín, el
tribunal más alto entre los judíos, debía acatar esas leyes.
Sin embargo los gobernadores
civiles, y tribunales, y este Tribunal General en particular (siendo
constituido por hombres libres como antes) son los ministros de Dios para el
bien del pueblo, y tienen poder para declarar, publicar y establecer, para las
plantaciones dentro de su jurisdicción, las leyes que ha hecho, o que haga, y
repeler órdenes por asuntos menores, no particularmente determinados en las
Escrituras, Según las Reglas más Generales de Justicia, y mientras estas estén
vigentes, requerir la debida ejecución de las mismas.
2.
Is 33: 22, Dt 5: 8 Dt 17: 11, Ro 13: 4 28
Precisamente porque los abogados,
tribunales y eruditos de hoy por lo general son humanistas radicales y
anticristianos, hay por lo común una hostilidad hacia todo reconocimiento de la
naturaleza bíblica de la herencia legal de la civilización occidental. Por el
contrario, el esfuerzo es desmantelar esa estructura legal y reemplazarla con
una ley humanista.
Tal desafío no es nuevo. Se ha
intentado repetidas veces a través de los siglos, y uno de esos esfuerzos
culminó en la tiranía del Renacimiento. La fuerza de la ley bíblica entonces ha
ido menguando. Algunos aspectos de esa ley han retenido mayor fuerza que otros.
La ley penal ha sido en gran medida producto de las exigencias bíblicas. Las
observancias dietéticas muy continuamente han perdido su fuerza en la mayoría
de aspectos en cuanto tiene que ver con el cerdo y los mariscos, y la carne de
caballo en Francia, aunque retiene su fuerza para algunos.
La conversión afecta menos
fácilmente la dieta que otros aspectos de la vida de las personas, debido a que
la dieta está por lo general íntimamente ligada a las limitaciones económicas
de una sociedad. Todavía más, con el paso de los siglos, la fidelidad más
estricta de los judíos tiende a condenar las leyes dietéticas conforme surgen
los sentimientos anti judíos.
A diferencia de los bárbaros
convertidos al cristianismo, las comunidades judías representaban un nivel
moral y cultural más alto.
Se debe recordar que los sajones,
por ejemplo, practicaron el sacrificio humano hasta que, después de veinte años
de guerra, Carlomagno los derrotó y los obligó a bautizarse en 782 a fin de
romper el vínculo con las prácticas paganas repulsivas.
Solo mediante la colocación de
los sajones bajo el signo del Dios de las Escrituras, cuya ira se manifestaría
contra los que practicaban tales ritos como el sacrificio humano, se hizo una
ruptura con el pasado. Su conversión forzosa abrió a los sajones y a otros
pueblos a la civilización, pero su nivel de logro estuvo claramente por debajo
del de los judíos por algunos siglos.
POCAS COSAS DETESTA MÁS LA GENTE QUE
LA SUPERIORIDAD DE OTROS.
Las hostilidades, pues, eran
reales. De nada ayudaba el hecho de que los judíos, como comerciantes, a menudo
traficaban con esclavos cristianos. (Como dueños de esclavos, los judíos eran
vulnerables, pues, por ley, un esclavo propiedad de un judío ganaba su libertad
si se hacía cristiano).
La hostilidad hacia los judíos se
volvió hostilidad en muchos casos a las leyes kosher, y muchos a veces se
deleitaron tratando de hacer ritualmente impuros los vinos judíos. La falta de
un conocimiento de las Escrituras debido al analfabetismo promovió la división
y agravó la ignorancia de muchas ordenanzas bíblicas.
Además, con el paso del tiempo la
interpretación de algunas leyes se volvió eclesiástica en vez de social. Por
ejemplo, el sabbat, muy claramente ordenado para reposo, llegó cada vez más a
querer decir adoración y la iglesia; una aplicación secundaria llegó a ser el
énfasis y significado primarios. El requisito del descanso, un descanso en el
Señor, es todavía crucial en las Escrituras.
Quiere decir reposo para el
hombre, sus animales de trabajo y la tierra; en este sentido, las iglesias sabáticas
más estrictas delinquen en su observancia del sabbat. La ley del sabbat todavía
es necesaria para el hombre, como también toda la ley, y su observancia es obligatoria
para la salud de la sociedad. La iglesia, que en un aspecto tras otro ha ido
abandonando la Ley de Dios, o la ha reducido a un interés puramente
eclesiástico o moral, ha llevado a la sociedad a su abandono. John Cotton tenía
razón:
«Mientras más una ley huele a
hombre, más inútil». La ley humanista ha conducido al caos y a la crisis
social. Es tiempo de volver de nuevo con los puritanos a las palabras de Isaías
33:22: «El SEÑOR es nuestro Juez, el SEÑOR es nuestro Legislador, el SEÑOR es
nuestro Rey; él nos salvará».
El hombre humanista busca
salvación del hombre, a veces mediante la política y el estado, y otras veces
mediante el anarquismo. Pero el anarquismo conduce al colapso social y la
guerra, y el estado, que refleja el pecado del hombre, solo puede complicarlo.
El padre Francis Edward Nugent ha
citado, siguiendo a Fulton Lewis (nieto), la corrupción de los miembros del
Congreso, y ha añadido:
Las legislaturas estatales no
están menos abiertas a lo bajo y corrupto; considere a la desdichada New
Hampshire en donde la Cámara de Representantes actual incluye a un hombre al
que se le declaró culpable de usar el correo para defraudar, otro que fue
detenido por robarse una ambulancia mientras estaba bajo la influencia del
licor y un tercero al que se le declaró culpable de violación estatutaria de
una muchacha de 15 años mentalmente retardada.
Por supuesto, con la declinación
creciente de la moralidad pública y privada, ningún arreglo de hombres o
instituciones políticas puede traer alivio. La maldad está primordialmente en
el hombre, y en sus instituciones y medio ambiente en tanto y en cuanto
reflejan su naturaleza. El Rabsaces tenía razón con referencia a Egipto: «He
aquí que confías en este báculo de caña cascada, en Egipto, en el cual si
alguno se apoyare, se le entrará por la mano y la traspasará.
Tal es Faraón rey de Egipto para
todos los que en él confían» (2ª R 18: 21). El futuro no está en las políticas
de manos perforadas sino en el Dios soberano y trino y su ley absoluta.